domingo, 28 de marzo de 2010

Mis recetas favoritas: bollitos de bacalao

Ésta es una de las recetas pasadas de boca-oreja por la Sra. Tentáculos y, aunque yo no he alcanzado la perfección en su ejecución, y ni mucho menos la he superado, mis resultados alcanzados son altamente satisfactorios, siendo un claro ejemplo de lo que yo pienso: "si hay algo que te gusta comer, aprende a hacerlo y lo comerás siempre que quieras".

Su nombre no lo tengo claro, y hay tantas formas de hacerlo, imagino, como madres hay en el mundo, pero yo he aprendido la forma de hacerlo de la Sra. Tentáculos: unos bollitos fritos suaves y esponjosos de bacalao aliñados con ajo y perejil. Ni más ni menos. Como digo, he visto la receta, siendo prácticamente la misma, bajo otros nombres: tortillas de bacalao, albóndigas de bacalao, croquetas de bacalao, boladillos (como también se le conoce por la zona de Almería de donde uno es originario): en todos los casos los ingredientes son práctimente los mismos: harina, bacalao desmigado y desalado, ajo y perejil, lo que les diferencia es la forma de hacerlos que, aunque fritos en cualquier caso, se presentan de diversas formas. En mis viajes por Portugal (básicamente Lisboa, que no he ido a otra parte....) he probado recetas similares, lo que me lleva a pensar que es una forma habitual de comer el bacalao, ya que la mezcla de su sabor con el ajo y el perejil lo convierte en algo muy sabroso.

Sin embargo, la forma en la que se conoce en la casa de la Sra. Tentáculos es: bacalao embaldao o embardao... depende de si lo dices con la boca llena o no, con acento, o sin acento "rabote".

La conquista de Granada, según detalle de la Sillería de la Catedral de Toledo. ¿Alguno de esos soldados llevaba un Tupperware con bacalao rebozado en ajo y perejil? ahí dejo eso...


La verdad es que el palabro "embardao" (que es como se dice realmente, creo yo), es un tanto extraño. En el diccionario de la Real Academia no viene nada parecido pero buscando cosas por internet, veo que es un concepto que se utiliza por la zona que engloba el sureste peninsular: Almería, Murcia y Jaén... donde se da un tipo de jerga bastante peculiar y un acento también muy diferenciador. En Almería no hablamos en el andaluz clásico y tópico, sino que tenemos un acentillo un tanto cerrado, que... bueno, para entenderlo sólo hay que escuchar hablar al David Bisbal asilvestrado de los primeros años, donde aún mantenía su acento sin manchar por las impurezas del castellano bien hablado. Por cierto, cada vez que escucho a la Pequeña Calamarda hablar con todas las "s" en las palabras, creo que me va a dar un patatús. Y no veas la guasa de los abuelos cada vez que la escuchan hablar tan finasmente. Me va a costar horrores quitarle el acento, leche.

Pues bien, buscando por internet he encontrado que el vocablo "embardao" se usa como forma de preparación para ciertos platos en esa zona peninsular anteriormente comentada, pero he aquí que he encontrado tambien que hay conexiones con ciertas recetas riojanas, en donde también se usa esta palabra. Y aquí es donde está lo magnífico de esta historia: cuando los Reyes Católicos fueron reconquistando esa zona de la peninsula, el territorio se fue repoblando con habitantes procedentes de Aragón principalmente, e imagino que algun riojano iría infiltrado entre tanto maño, por lo que quizá el término "embardao" tiene su origen en alguno de estos repobladores, que por la lejana época de 1490 fue a dar con sus huesos a esta tierra del sureste peninsular. Por cierto, que en el hecho de la repoblación aragonesa, también habría que ir a buscar la explicación del por qué, maños y almerienses, comparten de forma tan generosa el uso de la terminación "-ico" para indicar el diminutivo: "pequeñico", "bonico", "tontico".... ¿a que es genial? Eso significa que quizá mi buen amigo el mañico y yo, tenemos algún familiar de por medio sin saberlo, de ahí que compartamos la misma debilidad por los guirlaches de almendra, que están rebuenos.

En fin, vamos con la receta. Para preparla necesitamos lo siguiente:

  • Bacalo desmigado y desalado durante 24 horas. Cambiándole el agua aproximadamente cada 8 horas. Si uno de los turnos en los que hay que cambiar el agua te toca de madrugada... te lo saltas sin problemas, que ésto se trata de pasárselo bien, no de ir jodiendo al personal.
  • Harina.
  • Agua
  • Un huevo batido.
  • Un pellizo de sal.
  • Un poco de bicarbonato. Su función es la de que los bollos cojan esponjosidad al freirlos. Imagino que si lo cambiamos por levadura química haría el mismo efecto, pero como no tengo ganas de probar cosas nuevas y como la Sra. Tentáculos ha demostrado durante años su efectividad, pues yo le echo bicabornato.
  • Ajo y perejil picado.
  • Agua.
El que quiera cantidades exactas, le remito al mismo sitio que en el post de la tortilla de patatas: al Canal Cocina.

Lo que hacemos es picar el bacalao previamente desalado en trozos tan grandes o tan pequeños como uno desee, estas cosas se hacen al gusto. Se pica ajo y perejil. En un bol lo suficientemente grande como para luego hacer la mezcla sin problemas echamos el bacalao, el ajo, el perejil, la harina, un poco de bicabornato, el huevo batido y agua, removiendo hasta obtener una pasta homogénea y semilíquida, que podamos mover sin problemas con una simple cuchara. Una vez el mejunge está hecho, lo probamos un poco por si hay que rectificar de sal, que suele ser lo habitual. Lo podemos dejar reposar, si queremos, durante 30 minutos, que siempre queda bien hacer esto (y parece que le da más importancia a la receta) y seguidamente echamos un buen chorreon generoso de aceite de oliva en una sartén que calentaremos de forma conveniente.

A la derecha: la masa antes de freir. A la izquierda, el bollo ya frito. En medio, yo.

Una vez que el aceite está caliente, con una cuchara vamos cogiendo parte de esta masa y echando porciones a la sartén, dándole la vuelta conforme se va haciendo por cada una de sus partes, logrando así, un bollo de excelente sabor, jugoso y suave. A mí realmente no se cómo me gusta más, o recién hecho o de un día para otro, y es que de cualquiera de las formas es un bocado excelente. En mi tierra almeriense, es un producto típico de Semana Santa, donde la Cuaresma nos dice que no podemos comer carne, y sobre todo, de una pequeña fiesta de carácter muy local, a mitad de Cuaresma, precisamente, donde la gente harta de comer pescado, sale al campo a disfrutar de una buena comida al aire libre, porque este bacalao embardao, es ideal para llevar en fiambrera, mientras le vas tirando piedras a las viejas que te encuentras por el camino reventándoles la cabeza comiéndonos lo que hay dentro, lo que se llama partir la vieja, mismamente.




PD: la vieja, que da nombre a esa fiesta, es una muñeca hecha con unos palos y papeles de colores, con una cabeza rellena de caramelos y golosinas, la cual hay que destrozar a base de pedradas para sacar su preciado tesoro. De ahí el nombre, claro, que a mi todavía no me ha dado por ir dándoles de pedradas a la gente y comerme su cerebro, por muy mayor que sea y por muy bueno que sea éste.

Foto obtenida de la web de la Diputación de Almería.

jueves, 25 de marzo de 2010

Madrid ¡Qué gran ciudad!

 Probablemente Madrid sea la única ciudad del mundo donde al platito miserable de patatas fritas reblandeadas de bolsa le llaman "tapa" al ponerte una cerveza. Y lo peor es que suelen hacerlo sin ningún tipo de rubor. Pero ojo, no es que te pongan un plato de esos típicos de ración, no, el plato que te ponen junto con tu cañita, es de esos que ponen con la tacita de café: apenas 4 patatas mal contadas. Estoy seguro de que el algún que otro bar te servirían las sobras de alguna ración que se haya dejado alguien y encima te cobran más con la excusa de que la tapa tiene un "valor añadido".

Como todos sabéis, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón se jacta siempre de que cumplió una de sus grandes promesas electorales: "Voy a llenar Madrid de Zonas Verdes", dijo un día ante miles de enfervorecidos seguidores que por fin, pensaban, iban a tener lugares de esparcimiento en la ciudad a donde ir a correr con sus hijos y disfrutar de los árboles y el aire libre. Y claro, al día siguiente de salir elegido ya estaban todas las plazas de aparcamiento en las calles pintadas con una bonita línea intermitente verde, junto a nuevos elementos pertenecientes al mobiliario urbano de última generación: los parquímetros. Otra cosa quizá no, pero su palabra la cumplió el tio.

Un controlador vigila que el estacionamiento se realiza con la debida identificación en un lugar bien visible del vehículo.
Pero bueno, quería escribir este post porque ahora se aproximan fechas de las minivacaciones de Semana Santa y como el año pasado me quedé en Madrid, estuve haciendo un poco de turismo viendo las procesiones que se gastan en la capital. Ya el año pasado se venía barruntando que esto de la crisis iba en serio, y ante la bajada de ingresos por culpa de que no se construían tantas casas, el alcalde le dio una nueva vuelta de tuerca a su afán recaudatorio y pensó en nuevas maneras para conseguir dinero, que vinieran a llenar un poco las arcas vacías del consistorio.

Uno de los hermanos en procesión, prepara el siguiente ticket una vez que el trono se prepara para descansar en la vía pública

Así pues, se dio cuenta de que en Semana Santa todo el mundo se va de Madrid.... porque claro, aquí la gente muy orgullosa de su ciudad, que si es la mejor del mundo, que si es la más bonita, que si me encanta vivir en Madrid, pero es que en cuanto hay mas de dos días juntos sin trabajar, a la gente se le hace el culo agua para salir de aquí pitando, formándose unos atascos del copón en las salidas de la ciudad. Que digo yo que si se viviera tan bien, no saldríamos de esa forma a las primeras de cambio. Digo yo. Pues eso, dado que durante estos días la ciudad se quedaba medio vacía, había que buscar una fuente de ingresos extra que viniera a sustituir la de los cobros que se hace por el aparcamiento en las zonas azul y verde del centro de la capital.

- ¿Qué son esas cosas que van por la calle durante semana santa a hombros de esforzados madrileños? - le pregunto Gallardón a su mano derecha.
- Son los tronos de las cofradías de Semana Santa, Alberto. - Le respondió su mano derecha.
- ¿Y están debidamente identificados con su distintivo verde?
- Señor, es usted un genio. Las olimpiadas de 2144 van a ser las nuestras, ¡fijo!

Así pues, parece ser que en marzo de 2009 el ayuntamiento dictó una norma por la cual los tronos y carrozas que procesionaban durante la Semana Santa estaban obligados por ley a pagar por el estacionamiento regulado durante la procesión, es decir, cada vez que los hombres de trono hacían una pequeña parada para descansar, y dado que se está ocupando parte de la calzada, habían de seguirse los trámites legales para que no fueran multados. Las hermandades que habían sido previsoras y que el año pasado se sacaron la correspondiente tarjeta verde, y han renovado, no tendrán problemas. Sin embargo, aquí es como en todo: que al final te pilla el tren, y si no te has sacado tu tarjeta identificativa, pues te toca ir sacando los tickets de poco en poco cada vez que la procesión se para y el trono es dejado en el suelo para descansar.

Aún a pesar de que los avisos se hicieron, siempre se queda algún despistado que no se entera de que hay que pagar por aparcar en la calle y luego pasa lo que pasa:


Y es que hay que tener en cuenta que un dia le dijo Jesús a San Pedro, antes de pasar a hacerle una visita al Sanedrín:

- Hermano Pedro, estoy pensando en pasar mis vacaciones de verano en una ciudad de la lejana Hispania, llamada Madrit.
- Señor, yo que tú no iba, porque es que vas a ir allí y te van clavar una que no veas.

martes, 23 de marzo de 2010

Mis recetas favoritas: la tortilla de patatas

Hay un momento en la vida de cualquier cocinillas en la que uno se da cuenta de que ha pasado un nivel; que ha subido un escalón en su formación culinaria; que está mas cerca de la perfección en la composición y ejecución de una receta. Es como cuando te pasas una nueva pantalla en un juego de la consola; cuando te conviertes en el campeón del mundo del juego de Fórmula 1.... Todas esas sensaciones se juntan cuando ha llegado el momento de decir: "es que esta receta me sale mejor que a mi madre".

Una vez que has dado este paso, no hay vuelta atrás. Y eso me pasa a mi con la tortilla de patatas. Claro que es mejor que la Sra. Tentáculos no lo sepa, porque dentro de nada son las vacaciones de Semana Santa, y  dado que nuestro plan es alojamiento y comida gratis durante cuatro días en la casa que un día fue mi hogar, mejor no dar razones a la Sra. Tentáculos de echar por tierra semejante objetivo, ya que vamos en plan total de rebañaorzas. Nada de respetar la cuaresma: el bacalao para el que le guste, nosotros nos vamos a poner como el kiko.

Pero vamos a lo que vamos, que se hace tarde. A mí la tortilla de patatas me gusta de todas formas: cuajada, poco cuajada, recien hecha, de un dia para otro, con cebolla, sin cebolla, finita, gordita, en bocata, en pincho... lo que ocurre es que hay unas premisas que debo guardar:

- Mi Calamardita hija me exije que cada vez que haga tortilla, ésta debe durar para dos cenas. Esto me obliga a que esté bien cuajada, por aquello de la seguridad alimentaria.
- Nunca jamás recalientes una tortilla en el microondas, ¡por dios! antes de eso córtate las manos, o tira el microondas por la ventana, pero nunca jamás uses ese aparato para introducir calor en el noble cuerpo de la tortilla de patatas. Mejor tómatela fría.
- La tortilla de patatas, como su nombre indica, es de patatas. Si quieres echarle cebolla, se la echas, pero entonces será tortilla de patatas con cebolla.

Así pues, nos ponemos manos a la obra para producir una de las exquisiteces que la gastronomía española ha ofrecido al mundo, usando los siguientes ingredientes:

- Un montón de patatas. Yo uso siempre para la tortilla la patata gallega. Da unos resultados inmejorables: jugosa, tierna y llena de sabor. Por alguna razón que desconozco la patata de Almería da los mismos resultados. Es curioso porque el clima es completamente distinto, claro que teniendo en cuenta que la patata es un tubérculo que crece debajo tierra, qué mas da que haga sol o no, digo yo.
- Varios huevos.
- Sal y aceite de oliva virgen extra.

Todo a ojo. El que quiera cantidades exactas, que se vaya a la web del Canal Cocina.

Yo corto las patatas redonditas, y gorditas. Como se ve en la imagen de la izquierda.... ¡la otra izquierda¡, para que queden luego mas jugosas y las salo de igual forma que si fuera a comérmelas fritas, tal cual. Las echo en la sarten, en la que habré puesto un poco de aceite, y calentado ligeramente antes de poner las patatas. Le doy un par de meneos para que la patata se empape del aceite y dejo la sarten tapada con el fuego al mínimo. De esta forma, dado que la cocción dura aproximadamente 20-30 minutos, y no uso tanto aceite como para cubrirlas, evitamos que la patata se oxide y coja un color negruzco. El objetivo no es freir la patata, sino que se cueza en el aceite poco a poco. Hay que ir moviéndolas con esmero para evitar que la patata pueda llegar a tostarse si se pega un poco en el fondo de la sartén.

Una vez que la patata está casi hecha, empezamos a batir los huevos, que habremos salado como si fuéramos a hacer una enorme tortilla francesa (JA! te vas poner a comparar la tortilla francesa con la de patatas... ni al barro de los zapatos le llega, es como comparar un brioche con una porra -perdón- de Casa Barbolla), y cuando las patatas esten en su punto justo (incluso si estan un pelín sin hacer no pasa nada, porque luego terminarán de hacerse en el momento de cuajar la tortilla) se sacan de la sartén escurriendo un poco el aceite sobrante (un exceso de aceite provoca que la tortilla no cuaje bien y haya riesgo de que se quiebre) y mezclándolo con los huevos batidos. En este  momento nos damos cuenta de dos cosas:

- Primero: la patata caliente, al juntarse con el huevo provoca que éste cuaje muy ligeramente, cogiendo una textura más viscosa. Es una apariencia cercana a cuando potas despues de una noche de fiesta, despues de haber comido algo porque tienes hambre a las 5 de la mañana, y al cuerpo no le ha dado tiempo a digerir lo que acabas de comerte en tres bocados apenas sin masticar, que mira que te lo decía tu madre: ¡mastica antes de tragar, zampabollos!. El resultado es un potaje viscoso con tropezones que da asco. Ésa es la apariencia que buscamos.

- Una vez que has juntado el montonazo de patatas fritas con los huevos batidos y se han sumado los volúmenes que cada uno tenía antes por separado, te das cuenta de que éso no cabe en la sarten ni de coña. Pero algo hay que hacer porque ya no tienes ganas de hacer dos tortillas de patata y la otra sartén que tienes es demasiado grande y:
a. Ya sabemos que la sartén grande no vale porque se pega. ¡Joder! si no se pegara la hubiéramos usado desde el principio, coño.
b. ¿De dónde leches voy a sacar un plato/tapadera con el suficiente diámetro como para darle la vuelta y que no termine todo éso por el suelo?, si pasara eso, la apariencia a pota ya no se la quitaría ni Arguiñano. Y encima nos tocaría fregar el suelo antes de que llegue Calamarda. Mucho trabajo.

Hay que tomar una decisión: habrá que echarlo todo y si rebosa, mala suerte y Fairy del bueno para quitar luego el huevo pegado de la encimera recalentada.

Así que, en este caso, después de hacer las patatas dejo el aceite en la sartén en su mínima expresión, habiendo desechado el sobrante, para evitar que la tortilla tenga luego exceso de aceite. Dejamos el aceite justo para que no haya problemas al cuajar el huevo y se pegue. Echamos el potaje y empezamos a mover con movimientos precisos de antebrazo la sarten para evitar que el huevo, al cuajar, vaya quedándose pegado al fondo de la sartén y con una espumadera (mejor una de esas modernas de silicona) vamos separando el huevo conforme se va cuajando de las paredes de la sartén. Una vez que vemos que la tortilla queda suelta y se va cuajando y podemos moverla sobre su eje... ¡enhorabuena! se ha pasado el primer momento crítico.

Pero todavía no podemos lanzar las campanas al vuelo. Queda el siguiente momento problemático, el peor de todos: hay que darle la vuelta a la tortilla. No podemos dejarlo por más tiempo, estamos viendo como va cuajando la cosa y no nos atrevemos a dar el siguiente paso, pero no puede retrasarse más. Cojemos un plato lo suficientemente grande como para que cubra toda la sartén, lo ponemos encima, cubriéndola con precisión, nos situamos sobre el recipiente en el que hemos batido los huevos (si acaso el potaje no ha cuajado bien y empieza a debordarse por el plato, siempre nos queda la opción de comer patatas con huevos revueltos), y con un golpe de muñeca seco le damos la vuelta sobre el plato, haciendo caso omiso a las gotas de aceite caliente que con una temperatura de más de 100 grados han caido sobre nuestras manos, muñecas y van resbalando ya por el antebrazo, intentando que las lagrimas de dolor que han aflorado en nuestros ojos no nos impidan una visión correcta de la situación.... y acto seguido la volvemos a echar, por la cara que no estaba cuajado el huevo, a la sarten. Y ahora sí, ¡ya podemos dar casi por superada la prueba!. El único paso crítico que queda es que se pegue esta nueva cara de la tortilla que estamos cuajando, pero teniendo en cuenta que ya hemos llegado hasta aquí, como se te pegue ahora es que realmente es para matarte.

Ya sólo queda dar los últimos retoques: alcanzar el grado de cuajado deseado y el nivel de tueste de la capa externa que se quiere lograr. Y el milagro está hecho: patata, huevo, sal y aceite, 4 elementos distintos y un solo Dios verdadero: la tortilla de patatas de Calamardo.

Que aproveche.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Cómics que me gustan: Las aventuras del Capitán Torrezno. Deeneim

Título: Las aventuras del Capitán Torrezno. Deeneim.
Autor: Santiago Valenzuela
Editorial: De Ponent, 2001-2006
Encuadernación: 6 vol. en rústica, 1000 p. aproximadamente.


Imaginación épica
Las opiniones en relación a esta obra (publicada durante 7 años en 6 volúmenes) se dividen, básicamente, en dos: o la odias, o te encanta. Evidentemente yo estoy en el segundo grupo, claro. Y es que, hubo una época en la que yo prácticamente no leía nada de cómics, harto ya de leer tantas majaderías autobiográficas, estuve apunto de dejar definitivamente este insano vicio de leer tebeos. De repente el mundo del cómic en España se había llenado de autores que copiaban el estilo gráfico de otros dibujantes (¿cuántos replicantes de Andy Watson aparecieron por esa época? ¿cuántas veces nos vendieron la moto con los clones de Dupuy y Berberian?) y que basaban sus cómics en la propia vida de algunos autores que no tenían nada que contar y que se pensaban que, por alguna razón, sus experiencias vitales carentes de interés, eran dignas de llevarlas al cómic. ¡Maldita sea! caí en la trampa como un vulgar aprendiz, como si todo el tiempo y el dinero gastado en cómics durante tantos años no me hubiera enseñado nada.

Así pues, entre tanta experiencia pseudobiográfica, entre tanto ombligo mostrado sin ningún tipo de rubor, de repente aparece esta obra (el otro gran salvador de la historieta patria ha sido Luis Durán, otro narrador extraordinario). En principio recelé de ella, pero a raíz de los comentarios insistentes de un amigo, en 2003 compro el primer y segundo volumen, y entonces me di cuenta de que yo estaba equivocado con esta obra, y que el Capitán Torrezno me estaba mostrando un universo completamente nuevo para mí.

¿De qué va?
Se hace difícil contar brevemente una obra de la extensión de Las aventuras del Capitán Torrezno en unas pocas líneas. Básicamente se puede decir que un tio con unas pintas un tanto raras (Torrezno) aparece de pronto en un mundo completamente diferente (y aparentemente en miniatura, o gigante, según se mire) a aquél del cual proviene, pero con el cual guarda ciertas similitudes. Torrezno es un don nadie en su mundo real, que al parecer se dedica a ir de bar en bar, a cual más castizo, de los que hay a patadas por el centro de Madrid. Es el típico tio que está siempre pegado a una barra del bar, y cuanto más grasiento, mugriento y cutre sea, mas le gusta; y que si alguna vez hace el esfuerzo por conseguir algo, en todo caso será para coger la última aceituna que queda en el plato. Yo en realidad he conocido a varios capitanes Torrezno, alguna vez contaré algo de ésto.

El caso es que de repente despierta en ese mundo extraño, que al parecer se encuentra en medio de una cruenta guerra, sin saber cómo ha llegado hasta allí. Y consigue alcanzar la ciudad de Deeneim (cuyo nombre en realidad esconde un juego de palabras que si somos un poco avistados ya lo descubrimos en el primer volumen) cuyo asedio por parte del malvado Shogún, y defensa encabezada por el propio Torrezno (gracias a que va de casualidad en casualidad), se nos cuenta en los siguientes 4 volúmenes. En realidad durante todos esas páginas, cientos de ellas, se nos muestra delante de nuestras narices una batalla épica de dimensiones descomunales, que deja en un juego de niños el asedio del Abismo de Helm, que aparece en la película "Las dos torres", de la trilogía de "El señor de los anillos". Si te gustó esa parte de la película, las aventuras del Capitán, te van a enganchar.

El sexto y último tomo se utiliza para contar, a partir de los relatos de los compañeros de barra de Torrezno en el mundo real (supuestamente el lugar de reunión y epicentro del Torreznismo, es el bar "Denver" en el barrio de Aluche, en Madrid), cómo desapareció un buen día sin dejar ni rastro (en una especie de cataclismo "de barrio", con ciertas reminiscencias al comienzo de Akira) y se nos explica también el origen de su más peligroso enemigo, el malvado Shogún, que capitanea las tropas que atacan la ciudad de Deeneim, lo que nos permite saber que tanto uno como otro, Shogún y Torrezno, tienen un cierto paralelismo sorprendente (y hasta aquí puedo leer). Se establece así, de alguna forma, el cierre del círculo de lo que parece ser el primer ciclo épico de las aventuras del Capitán, aunque no sé si saldrá algun volumen más para iniciar así otra nueva serie (según su autor tendría ideas como hasta para 30 volúmenes más...), aunque lo dudo, debido al gran trabajo que conlleva cada uno de sus volúmenes, y la ausencia de noticias al respecto.

Los títulos de este primer ciclo son:
- Horizontes lejanos.
- Escala real.
- Limbo sin fin.
- Extramuros.
- Capital de provincias del dolor.
- Los años oscuros.

¿Por qué me gusta?
Esta serie es realmente un monumento a la imaginación más desbordante, a la aventura con tonos épicos, a las maquetas que tanto nos atrajeron de niños de castillos y grandes edificios antiguos, a los amantes de los pasadizos secretos y a los que al ver una puerta cerrada al visitar un castillo, iglesia o catedral, nos hemos hecho la pregunta ¿qué hay realmente detrás de esa puerta?, haciendo que nuestra imaginación se vaya a vivir su propia vida, sin pedirnos permiso para ello. A mí me da la sensación de que Santiago Valenzuela tiene en su casa una reproduccion a tamaño 1:20 (por lo menos) de la ciudad de Deeneim, y que está loco de atar, como el prota de la película "Encuentros en la tecera fase", montándose una réplica de Deeneim en mitad del salón de su casa, y que le sirve de documentación gráfica para crear ese pequeño mundo a escala, repleto de pasadizos secretos, submundos subterráneos dentro de otros mundos (ya de por sí muy subterráneos) y misterios increíbles. Porque es que si no, se me hace dificil comprender el grado de detalle con el que consigue representar en cualquier ángulo y posición, la ciudad asediada durante casi 1000 páginas. Y sobre todo, lo hace de tal forma que la narración no decae en ningún momento, y prácticamente en cada página hay un nuevo enigma que rodea a ese extraño mundo a donde ha ido a parar el protagonista.

Y aquí, sin embargo, es donde se encuentra el punto flaco de la serie: el autor plantea sin parar nuevas preguntas, nuevos misterios sin resolver que se van amontonando tanto en la cabeza del Capitán Torrezno, como en las nuestras. Y es que Valenzuela nos abruma con tanto misterio escondido, con tanto submundo dentro de mundo, y en ocasiones, no siempre se nos da una respuesta a tanto enigma. A la solución de algunas de estas preguntas llegamos por intuición y por las pistas que va dejando el autor, pero sin embargo, otras permanecen en el aire y el hecho de que no sean respondidas nunca, puede dar lugar a la aparición de cierto sentimiento de desilusión o decepción. Sobre todo porque vamos llegando al final de la serie y vemos que no llegan nunca las explicaciones que estamos esperando. En ese sentido se parece un poco a la serie de TV "Perdidos", donde supuestamente con el final se atan todos los cabos sueltos. Aparte, el último volumen es una mezcla de relatos (algunos realmente soporíferos) y cómic, donde un periodista intenta investigar, con la ayuda de un colega de barra de Torrezno, qué paso en ese cataclismo, que hizo desaparecer a Torrezno y, de paso, a medio barrio.

De cualquier forma, he de decir que el cuarto capítulo del primer volumen, es para mí de lo mejor de lo mejor que he leído nunca en un cómic. En este capítulo se nos cuenta, a modo de génesis (nunca mejor dicho) el origen del submundo a donde ha ido a parar el Capitán Torrezno, y se nos darán las claves para entender los enigmas que ya se nos han ido presentado, así como algunos de los que nos esperan en los volúmenes sucesivos. Si este capítulo, y este volumen, no te atrapa, es mejor no seguir leyendo la serie, porque entonces vas a terminar odiando con toda tu alma al Capitán. Tengo la impresión de que Valenzuela pensaba terminar la serie en 2 o 3 volúmenes, pero que ante el éxito que tuvo, decidió, en algún momento, alargarla. La razón es evidente, en ese cuarto capítulo se nos responden a casi todas las preguntas y misterios que se plantean de forma inicial, y creo que Valenzuela lo que hizo fue ir añadiendo misterios y alargando la trama del asedio a Deeneim, aunque de tal forma que en ningún caso, por lo menos a mi, me dio la sensación de alargar "artificialmente" la historia, ya que logra mantenernos siempre al pie del cañón.

En cuanto al dibujo, Valenzuela tiene un estilo gráfico abigarrado muy particular que va mejorando con el paso de las páginas y al principio el aspecto de la obra puede echar para atrás a más de uno ya que es un estilo donde no existen las sombras o los negros, sino que el dibujo se compone mayoritariamente de rayas, dando un aspecto sucio, como de estar dibujado con boligráfo, no hay manchas, sino rallajos. Sin embargo, eso no es obstáculo para que el dibujo sea detallado y cada viñeta sea un prodigio barroco de imaginación, donde todos y cada uno de los elementos de los edificios (ya sea en vistas interiores como exteriores) son dibujados con detalle. Como digo, sin ser malo al comienzo, el dibujo irá perfeccionándose, al igual que la figura del propio Capitán, que se va "humanizando" físicamente. Pero donde el autor hace maravillas es en el diseño de la abigarrada y medieval ciudad de Deeneim, a la cual dota del aspecto de una ciudad de piedra, antigua, a camino entre el románico, el renacimiento y yo que sé que mas estilos arquitéctonicos más, en una mezcla increíble que llega a provocarnos casi el sentimiento de ir paseando por sus empinadas y estrechas calles ya sea a través de sus barrios de palacios arístocráticos (con sus soportales, bóvedas y más rico arquitectónicamente hablando) o de otros más humildes de casuchas miserables.

En definitiva, El Capitán Torrezno fue para mi un auténtico soplo de imaginación y de aire fresco, en un momento donde mi afición por los cómics bajó a sus mínimos históricos y que me permitió mantener mínimamente mi nivel de lectura, ya que prácticamente era lo único que leía. Llevo tiempo pensando en volver a leerlo, pero por un lado la gran amplitud de la obra, y por otro el miedo a que no soporte una segunda lectura, me está llevando a retrasarla. Imagino que para quien no la tiene, hacerse ahora con todos los títulos de la colección no tiene que ser fácil, primero porque son 6 volúmenes y es probable que alguno esté agotado (aunque siempre cabe la posibilidad de dirigirse directamente a la editorial -titulos-, y hacer la compra on-line) y por otro porque que el precio total de los 6 volúmenes ronda los 80 euros... y es que, amigos, ser coleccionista de cómics no sale barato.

Y si no, que se lo digan a Calamarda.

Lo que dicen por ahí

Abandonad toda esperanza

jueves, 11 de marzo de 2010

Cómics que me gustan: El gusto del cloro

Titulo: El gusto del cloro.
Autor: Bastien Vivès.
Editorial: Diábolo, 2009.
Precio: 17,95 euros.
Pag: 140 aprox.
Encuadernación: cartoné.


Ayer recibí la que es mi última compra por ahora. De vez en cuando compro cómics por correo y me arriesgo a ver lo que sale. Unas veces aciertas y otras no. En este caso acerté. Había leído alguna crítica buena sobre este álbum en algunos blogs, pero la verdad es que no siempre ésa es una buena estrategia, ya que tengo algunos cómics a los que les pegaría fuego sin ningun problema si mi conciencia me dejara. Y eso me pasa por dejarme llevar por algunas críticas. Sin embargo, en este caso no me quedaba más remedio que comprarlo por correo a la propia editorial, ya que no lo había visto nunca en ninguna tienda, y el hecho de que se publicara en septiembre de 2009, ya hacía complicado que lo pudiera encontrar fácilmente. Es el gran problema de los cómics: hay obras que o las compras en su momento, o te despides de ellas para siempre. Y más en Madrid, donde los cómics de segunda mano se revalorizan más que las acciones de Telefónica en tiempos de bonanza económica.

A pesar de que hace tiempo que no me suelo dejar llevar por las críticas en los blogs, algunas veces la propia intuición de uno mismo y las críticas coinciden, sobre todo en un caso como éste, donde la compra la hice completamente a ciegas: nunca había tenido el cómic en mis manos hasta el momento en que abrí el paquete. Pero cuando lo saqué del sobre acolchado y lo empecé a hojear, me di cuenta de que estaba ante un cómic especial.

¿De qué va?
Un joven, con problemas de escoliosis tiene que ir a nadar por prescripción médica para intentar solucionar sus problemas de espalda. El hecho de ir a nadar le despierta al protagonista el mismo interés que a mí ir a un gimnasio, o sea maldita la gracia que le hace. Sin embargo, lo que comienza siendo un acto totalmente rutinario se convierte en algo especial cuando ve a una chica que coincide con él y que a partir de ese momento se convierte en el eje sobre el que giran sus visitas a la piscina. La chica ejerce sobre él casi una obsesión hipnótica y gracias a un amigo, consigue establecer contacto con ella.


¿Por qué me ha gustado?
Es realmente un cómic sorprendente, no por la historia que se nos cuenta, si no por cómo se nos presenta. En realidad lo que se cuenta no es nada del otro mundo y donde está el gran acierto de este autor (creo que es su primera obra, agárrate) es la forma de narrar estos encuentros entre los protagonistas. Todo el cómic está trufado de pequeños grandes momentos, de detalles que le dan valor a la historia, gestos, miradas, movimientos... en realidad apenas hay textos y acabo de darme cuenta de que en ningún momento sabremos los nombres de los personajes. Da igual ¿para qué?.

Técnicamente está realmente bien realizado, sin ser un dibujo detallista, se nota que el autor tiene un gran dominio de la figura humana y de las perspectivas. En cuanto a lo primero, es interesante ver como evoluciona la técnica de nadador de él, apoyado en los consejos que le da la chica. Sobre todo en las primeras páginas donde la técnica desenvuelta de ella choca con la torpeza en el agua de él. Pero sobre todo, donde hay un gran acierto es en las expresiones y los gestos de los protagonistas, ya que sobre estos detalles es donde se asienta el peso de la obra.

En cuanto a la perspectiva, se disfruta con cada una de las viñetas, y el autor tiene grandes aciertos en cuanto al encuadre de todas ellas, sobresaliendo especialmente las que se desarrollan bajo el agua. La verdad es que se muestra especialmente inspirado cuando dibuja los cuerpos mitad en el agua, mitad fuera de ella. Gráficamente es un álbum muy atractivo. La verdad es que me ha gustado mucho, sobre todo porque el final abierto te deja un montón de interpretaciones. Cada uno que aplique la suya.

En algunos sitios se comenta que en esta obra no se cuenta nada, que es sólo una anécdota que se alarga, pero yo creo que no. Pasan más cosas y se cuentan más cosas que en muchos otros álbumes que están vacios en el contenido y en las formas. De hecho en cualquier viñeta de "El gusto del cloro" se cuentan más cosas que en muchos cómics en todas sus páginas. Es una obra para detenerse en cada viñeta, para pasar despacio de una otra y paladear sus detalles poco a poco.
Me ha recordado a cómo se desarrollan esos sueños que tenemos de vez en cuando en el que estamos apunto de alcanzar algo que anhelamos mucho, y cuando estamos a punto de conseguirlo, nos despertamos. Y en ese pequeño duermevela, por mucho que intentamos volver a dormirnos y recuperar el sueño donde lo dejamos, es imposible. Se fue para siempre, dejándonos con la duda; como hace la chica con el protagonista cuando le dice algo debajo del agua y el pobre no se entera.
Aún estais a tiempo de comprarlo.

Lo que dicen por ahí