jueves, 28 de octubre de 2010

Receta express: boquerones en vinagre

Compramos boquerones de los gorditos en nuestra pescadería y le decimos al pescadero que nos los limpie, quitando la cabeza y la parte del buche.

Si en la pescadería nos dicen que no limpian los boquerones, nos cambiamos de pescadería y que se los metan donde les quepan.

Congelamos los boquerones durante un período de tiempo nunca menor de 1 semana, por el tema del anisakis. Hay que recordar que los boquerones en vinagre no deja de ser comer pescado crudo.

Pasado este tiempo, los descongelamos con antelación suficiente, dejando que este proceso se lleve a cabo dentro del frigorífico, poco a poco. Jamás descongelarlos echándoles agua caliente o templada.

En la víspera de cuando vayamos a comérnoslos, y una vez descongelados, terminamos de limpiarlos, los abrimos por la mitad y les quitamos la espina central y la de los lomos, obteniendo dos filetes limpios por cada boquerón.

Los vamos poniendo en un recipiente hondo bien colocados unos encima de otros, salando ligeramente.

Una vez que los tenemos todos limpios, los cubrimos con una mezcla de vinagre y agua.

Cuanto más vinagre, más prietos quedan y más blancos, pero más fuertes de sabor.

Cuanta más agua, menos prietos, menos blancos y menos fuertes de sabor.

Cada uno ha de buscar su punto al gusto. Mi proporción es 4 de vinagre por 1 de agua.

Cerramos el recipiente por aquello del olor, y lo metemos en el frigorífico durante unas 8-10 horas.

Al día siguiente, unas 2 o 3 horas antes de comerlos, se escurren (no se lavan).

Se pelan los dientes de una cabeza de ajos, aproximadamente, y se lonchean.

Se pica un poquito un puñado de perejil, apenas unos cortes, para que el que lo desee, pueda quitarlos fácilmente a la hora comer los boquerones.

En un recipiente hondo, se van colocando los filetes de los boquerones, alternándose, si se desea, con un poco del ajo que hemos loncheado y salando ligeramente.

Una vez colocada la última capa de filetes, se terminan de incorporar las lonchas de ajo y el perejil.

Se rocía todo con abundante aceite de oliva virgen extra, para que cubra todos los filetes. Dejándose macerar un par de horas antes de comerlos.

Se compra pan del bueno y se corta en buenas rodajas, y se ponen los filetes de boqueron sobre ellas; sacamos una cerveza y disfrutamos.



Tranquilos amigos, ¡hay para todos!.


TRUCO: Una vez que nos hemos comido los boquerones, y queda el aceite con los ajitos y el perejil picado, no se os ocurra tirarlo: vale su peso en oro. Podemos usarlo, una vez colado, para:

- Incorporarlo a la masa de la pizza (en el caso de que hagas tu mismo la masa), dándole un gran sabor.

- Podemos usarlo como vinagreta de primera calidad, para aliñar ensaladas, rehogar verduras cocidas o a la plancha, para hacer sofritos, y cualquier cosa que se nos ocurra.

- Como aperitivo, si ponemos un plato de patatas fritas de bolsa, podemos fácilmente enriquecerlas y potenciar su sabor regándolas ligeramente con el aceite, lo suficiente para que aporte sabor sin reblandecerlas.

martes, 26 de octubre de 2010

Las aventuras africanas de Calamardo (V). Toca comer en Melilla y te regalo la receta del auténtico pinchito moruno

En el caso de ir a comer la verdad es que mi experiencia en Melilla tiene unos grandes claroscuros, como la luna de grandes: me he encontrado con experiencias inolvidables tanto en lo bueno como en lo malo. Primero me centro en lo bueno y luego hablo mínimamente de lo malo, sólo como a modo de advertencia y como servicio público. Luego ya, cada uno, que haga lo que quiera.

Mi primer consejo si vienes a Melilla es que te olvides de restaurantes y vayas de raciones por los bares. Mi segundo consejo es que vengas aquí:


Es un bar que se encuentra a los mismos pies de Melilla la Vieja, justo al lado de la entrada al puerto, con una terraza maravillosa donde degustar sus tapas y excelentes raciones, a un precio más que ajustado. Se llama "Los Polillas". Porque hay que decir que una de las cosas buenas que tiene Melilla son sus tapas que sirven con cualquier bebida. Puedes perfectamente cenar o comer con las tapas que te ponen y, si quieres, puedes completar con una media ración o una completa, que te dejarán más que satisfecho.

Mi recomendación es que te sientes en este bar, o en otro que se llama "Sevilla", muy cerca de aquí, o en el "Sadia", más en el centro y te pidas una docena (o dos, o tres, o cuatro...¡lo que te quepa!) de esta maravilla gastronómica:


El pinchito moruno auténtico, hecho a la brasa. Uno de los mejores bocados que he probado nunca. Algo completamente delicioso. ¡Joder, es que me pongo hasta el culo cada vez que vengo!. La forma en la que hacen los pinchitos en Melilla es un lujo. Se aliñan de una manera exquisita (luego daré la receta auténtica) y se hacen a la brasa en la misma terraza, en una especie de barbacoa autóctona llamada anafre o anafe, y te lo sirven recien hechos. Porque hay que decir que hay que comerlos nada más salen de las brasas, porque comerlos frios no es lo mismo. Acompañados de una cerveza bien fría (ésta es otra de las cosas que en Melilla no terminan de entender: ¿por qué coño no sirven las bebidas BIEN frías?) es lo que yo llamo estar en el cielo. No se si el cielo cristiano o musulman, pero en la gloria seguro.


Aquí me tenéis, en la terraza de Los polillas, con lo que más me gusta: los pinchitos. Sí, ya sé que aún me queda mucho que aprender del Photoshop, pero es lo que hay...

Y aquí hay que hacer una aclaración importante: el auténtico pinchito moruno no tiene nada que ver con lo que venden en la península, donde lo habitual es ver cachos de carne de cerdo (joder, ¿pero es que no sabemos que los musulmanes no comen cerdo?, luego no queremos que Alá se enfade) adobados con pimenton (¡¡¿con pimentóooon?!!, sí con pimentón, vaya tela) y ensartados en un trozo de madera: en realidad más que pinchitos morunos se podrían llamar "cachos de carne de cerdo adobada pinchados en un palo", ¡¿pero qué mierda es ésta?!. Olvídate de eso, porque no tiene nada que ver. El auténtico pinchito moruno se hace con cordero (en algún sitio de Melilla aún lo hacen aún con cordero) aunque cada vez es más habitual hacerlo con ternera o pollo, aliñado con una mezcla que es lo que le dá su sabor exótico, que te lleva a las mismas puertas de la cueva de Alí ba-bá, donde te estará esperando la mismísma Sherezade con los brazos abiertos, semidesnuda. ¿No te lo crees? pues toma nota de su receta y hazla en casa, te vas a enterar.

Yo he conseguido en casa alcanzar la perfección (la verdad sea dicha) a la hora de aplicar la receta, y lo único que no puedo copiar de la receta original es hacerlo a la brasa. Pero claro, en mi piso de Madrid, si enciendo un anafre para hacerlos pueden pasar dos cosas con los vecinos: o me llaman a los bomberos, o se apuntan al festín. Y no es plan de una cosa ni de otra. Así que los hago en una plancha electríca y abro la ventana de la cocina para que salga ese maravilloso olor y se joda el cabrón de mi vecino que tiene unos perros a los que les mola ladrar y que no se por qué Dios no quiere que sean atropellados por un camión. Total, si ladran es porque sufren... ¡pues acaba con su sufrimiento, coño!.

A ver, para hacer los pinchitos morunos auténticos, necesitas lo siguiente (como viene siendo norma habitual de las recetas calamardas, nada de dar cantidades exactas, a ojo).

- Carne de cordero. Yo cuando los hago le pido a mi carnicero de confianza una pata de cordero, y que me la deshuese y me la haga cachitos. Por muy pequeños que me haga los trozos, luego en casa yo lo que hago es quitarle la grasa que siempre queda y hacer los cachitos más pequeños. Lo ideal es que el tamaño de carne sea tan grande como para comérselo de un único bocado, con lo que no deben ser muy grandes. Ésto hará más fácil su asado en las brasas, para que quede bien hecho por dentro y tostatido por fuera.

- Perejil.

- Cilantro.

- Ajo.

- Cebolla.

- Sal y un poco de aceite de oliva virgen extra.

- Y lo más importante: especias Ras el hanout. En realidad es una mezcla de un montón de especias de exótico sabor: comino, carcuma, gengibre, cilantro, pimienta, nuez moscada, pimienta blanca, ñora, guindillas, orégano, canela y clavo... ¡UNA BOMBA! Yo las adquiero habitualmente en mis viajes a Melilla, o cuando mis suegros nos visitan y vienen bien provistos de ellas, pero dada la gran proliferación de bazares y tiendas especializadas en productos musulmanes en la península, no son díficiles de encontrar. Son imprescindibles, eso sí. Yo las compro de la marca Kif-kif, que vienen en sobres o bolsitas pequeñas y que únicamente he visto en Melilla (acabo de descubrir que tienen página web y puedes hacer pedidos); pero insisto, si las pides como ras el hanout, no hay problema.

Una vez que tenemos el cordero (o la ternera, o el pollo) limpio de grasa y con el tamaño adecuado (insisto en la importancia del tamaño) preparamos lo que será el aliño. Como entiendo que al ser una receta un poco más especial es interesante dar unas cantidades, aunque sean aproximadas, yo las daré teniendo en cuenta lo que sería una pierna de cordero de tamaño normal que podemos ver en cualquier carnicería.

Se pican finamente 2-3 dientes de ajo. Se pican, tambien muy finamente (tanto como podamos) 2-3 cebollas de buen tamaño. Se pica finamente cilantro y perejil. Y yo creo que aquí está uno de los secretos de la receta. A pesar de que el cilantro es una hierba típicamente mediterránea y española, no es fácil de encontrar fresca, pero para mí es fundamental su presencia generosa en la receta. Yo suelo comprarla en el Mercadona. Y ojo al dato: para la receta que estoy dando suelo usar dos de los paquetes del mercadona (sólo uso la hoja, el tallo, al igual que el perejil, se desecha, claro). Para que os hagáis una idea de la importancia de su presencia, también pico perejil en una proporcion, en relación al cilantro, de una parte de perejil por dos de cilantro. Yo creo que éste es uno de los secretos básicos. Si no tienes cilantro, usa las tres proporciones de perejil. No te sabrán exactamente igual, pero también estarán buenos, con total seguridad.

Todo eso se mezcla con un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra y 2-3 cucharadas soperas de especias ras el hanout, bien colmadas. Ojo: al comprar las especias preguntar si pican, porque como piquen, esas 2-3 cucharadas serán excesivas (y no querrás que te llamen "lengua de fuego", que mira la cantidad de especias que lleva el ras el hanout), y has de rebajar la cantidad a usar. Yo utilizo las que no pican: me interesa su sabor, no su picor. Toda esta mezcla (sin sal) se mueve muy bien para uniformarla tanto como se pueda y, cuando esté todo bien mezclado, se añade la carne previamente salada (aquí esta la sal) y se reserva en un recipiente cerrado (la mezcla huele muy fuerte) en el frigorífico, como mínimo 12 horas antes de comerla. Hay quien la deja más, pero para mí con este tiempo es más que suficiente.

Llegado el momento, se coge lo que usaremos para ensartar la carne: o bien varas de madera o metálicas (hay quien usa las varillas de hacer punto, pues valen también si las has limpiado antes, no seas guarro). Yo las uso metálicas, pero da igual. Si usas las varillas de madera y vas a hacerlos a la brasa, recuerda ponerlas en vísperas en agua, para evitar que se quemen. Por cada varilla se ensartan un máximo de 6-7 piezas, no hay que usar todo el espacio disponible, aunque esto, al gusto. Para ensartar los trozos de carne se sacan de la preparación donde ha estado macerándose, intentando limpiarla de los trozos de cebolla que puedan haberse quedado pegados: nos interesa el sabor que ha ido impregnando la carne durante las 12 horas en las que ha estado sumergida en este mejunge, pero no queremos trozos de cebolla en la carne, pues al hacerla a la plancha se quemarán y harán variar el sabor final, añadiendo amargor, y eso es algo que no deseamos. Si queda algo de perejil o cilantro, no pasa nada. Quizá ésta sea la parte más pesada y las manos se te quedarán amarillas durante un tiempo (por las especias), pero toda buena batalla siempre deja sus cicatrices.

Mientras haces esto, habrás puesto a precalentar la plancha eléctrica (para que coja su máxima potencia) o bien poner a fuego la plancha en el caso de hacerla en la encimera (o encender la barbacoa, si tienes suerte y los puedes hacer así). Lo importante es que esté bien calentita. Pones los pinchitos ya ensartados en la plancha y los dejas que se hagan por ambos lados durante unos minutos. Cuando estén hechos, ponlos en un plato acompañados con rebanaditas de pan y a servir.

Deliciosos.

Poco a poco iré subiendo otras recetas de comida moruna que tengo la suerte de que me salen bien: el kofta o kefta de ternera, la bastela o pastela, el pollo con ciruelas a la moruna, un truquito para aliñar el humus (o crema de garbanzos) de una forma muy especial, y de postre: una deliciosa baklava de pistachos y almendras bañadas en miel, acompañando a un aromático té verde con hierbabuena. En este caso, yo sigo mi máxima gastronómica: si una cosa te gusta comerla, aprende a hacerla y la tendrás siempre. Y es que en Madrid he encontrado un sitio donde te ponen pinchitos de la misma forma que los hacen en Melilla, pero a un precio "madrileño" algo excesivo para los que conocemos a cuánto sale una docena de pinchos recien hechos en Los polillas.

La verdad es que Melilla tiene muchos bares donde perderse en un mar de riquísimas tapas y no voy a hacer aquí una enumeración completa, pero otro de mis sitios favoritos tengo la suerte de tenerlo cerca de casa, aunque con la mala suerte de que en mis dos últimas visitas me lo he encontrado cerrado por vacaciones (en Navidad) y por Ramadán (que ha coincidido este verano), ya que su dueño es musulmán. Como puedes darte cuenta, en Melilla tienen la suerte de poder disfrutar de las vacaciones que proporcionan las religiones cristiana, musulmana e hindú. Para que luego digan. Eso sí que es un chollo. En definitiva, el bar en cuestión tiene el tan poco sugerente nombre de "Snoopy", pero qué más da el nombre si una vez que entras, te resultará difícil salir gracias a los manjares que te encuentras allí. Yo he visto pocos sitios con una variedad de tapas tan enorme: puedes tirarte horas y horas bebiendo y comiendo, sin repetir tapa. Y lo bueno es que son muy variadas: desde especializades marroquís (como el delicioso cus-cus y el cordero al vapor -¡dios qué bueno!- como estandarte), hasta la típica cocina andaluza compuesta de frituras y pescados a la plancha, carnes, mezclas de tapas entre sí... un lujo vaya. Es un bar de barrio, no está en el centro, por lo que hay que conocerlo para poder saber dónde está.

Más o menos está aquí:




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Otra cosa curiosa de Melilla y que a mí me sigue llamando la atención es la venta ambulante de frutos secos recien tostados y salados. La cosa es como sigue: por las calles de la ciudad circulan permanentemente chicos musulmanes con unas bandejas como las que llevan los camareros de cualquier bar repletas de almendras y cacahuetes recien tostados. Sobre todo es frecuente encontrárselos a la hora del aperitivo o bien durante la cena en las numerosas terrazas de los bares que hay repartidos por toda la ciudad. No pertenecen a ningún bar en concreto, y los dueños de los mismos no tienen reparos en dejarles acercarse a las mesas donde la gente come. De hecho es habitual que sean los propios clientes de los bares los que los llaman para pedir un euro, dos, o tres, o lo que haga falta de frutos secos para acompañar a la cerveza y a su correspondiente tapa. Con especial esmero, el chico cogerá un papel de estraza que lo lleva cuidadosamente cortado en montones encima de la bandeja y te sirve la cantidad que has pagado. A veces aún están calientes pues suelen estar recién hechos, tostados como a mi me gustan, y en su punto de sal. A veces me dan ganas de darle una hostia, arrancarle la bandeja y salir pitando... pero me contengo (más que nada porque suelen ser más fuertes que yo y además porque soy un miserable cobarde).

Antes he dicho que si vienes a Melilla te olvides de ir a restaurantes y te vayas de tapas y raciones. Y la verdad es que desgraciadamente es así. Por una parte, la cocina que te ofrecerán será muy parecida en todas partes y basada en pescado local hecho a la brasa o en fritura, carnes a la brasa y una pequeña oferta de comida moruna (no entiendo por qué la presencia de la comida marroquí en Melilla es tan residual, aparte del típico pinchito). Los restaurantes melillenses no tienen nada nuevo ni original que ofrecer a quien llega de la península, con un servicio por lo general bastante normalito, y en donde te puedes encontrar casos (sin ser uno demasiado exigente) que se podrían clasifícar como de "bastante deficientes" en restaurantes a los que se les supone cierto estatus, y lo que es peor: los precios son de categoría "peninsular". Para mi gusto no existen restaurantes de categoría en la ciudad y en algunos casos la calidad es PÉSIMA, como el caso de un sitio que se llama la Pérgola y al que no pienso volver jamás en la vida. Y es que hay cosas que es mejor que no pasen y que encima el hijodeputa del camarero no se lo crea y te trate como una mierda, es demasiado hasta para mí. Recuerda: no vayas jamás al restaurante La Pérgola, en el puerto de Melilla LA PÉRGOLA  Melilla ¡¡NO VAYAS!!, LA PÉRGOLA Melilla ¡¡NO VAYAS!!. Y los camareros son unos cabrones antipáticos de mierda. LA PÉRGOLA Melilla ¡¡NO VAYAS!!, sobre todo porque enfrente estan Los polillas, que ahí se come mucho mejor y te saldrá más barato.



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Te pongo el mapa y todo para que no haya dudas. NO VAYAS, saldrás cabreado y con la sensación de que te han estafado

Aqui, en lo referente a los restaurantes no se aplica para nada lo de bueno, bonito y barato. Siempre hay excepciones, claro, pero mi experiencia en el 90% de los casos (y he ido a restaurantes de todos los niveles) es que te van a defraudar y la comida no te saldrá precisamente barata. En otro post hablé un poco de uno de los restaurantes que sí recomendaría (sin ser nada del otro mundo) y que se llama "El caracol moderno 2". La razón de sugerir la vista a este local es que es de los pocos sitios en Melilla donde podrás encontrar una parte de la carta (muy pequeña) especializada en comida marroquí. Otro de los sitios que hubiera recomendado por su cocina y por su servicio (con un servicio más cercano al estilo peninsular y más alejado de la dejadez melillense) es el restaurante "Los salazones", pero resulta que al dueño le han dado una pasta gansa por el local y ha dicho que ahora cocine una prima suya que vive en el barrio de El Real. Otro restaurante que recomendaría, por tener un servicio más cercano a lo mínimamente exigible, y más "peninsular", es el asador "Casa de la alpujarra", donde podrás degustar viandas típicas de la Alpujarra granadina con una relación calidad precio bastante buena, y no te llevarás sorpresas con el trato de los camararos, que suelen ser muy atentos y realizan bien su trabajo, no como en la LA PÉRGOLA Melilla ¡¡NO VAYAS!!.
 
Y como no quiero terminar este post con mal sabor de boca (que bien traído, ¿eh?) voy a hablar de una de las costumbres a la que más me gusta dedicarme cuando voy a Melilla (a la que me entrego con pasión en cada viaje, junto a la de los pinchitos) y que me ha pegado la familia de mi Señora: comer churros y té verde con hierbabuena en "El mantelete". "El mantelete" es un pequeño cafetín regentado por musulmanes, la verdad es que muy amables, donde hacen unos churros en forma de rueda (como las porras madrileñas, pero son distintos....) que están rebuenos y sabrosos, acompañados por un típico té verde con hierbabuena. No sólo es aconsejable su visita ya sea para merendar, o desayunar y coger fuerzas para ir a visitar a la cercana Melilla la Vieja y el puerto, que están al lado, sino porque además, y a mí es algo que me sigue llamando la atención, es curioso por ver a un musulmán (con MUCHAS pintas de musulmán) haciendo algo tan español como una rueda de churros. Y a fé mía que les salen buenos.

El caso es que el local de "El mantelete" tiene el encanto de lo efímero que se termina convirtiendo en permanente. Resulta que anteriormente era un local que estaba anexado a las murallas de lo que ya hemos visto como segundo y tercer recinto de Melilla la Vieja, pero que al ejecutarse las obras de restauración de la zona para albergar lo que ahora se llama "Plaza de las 5 culturas", para que no se enfade ninguna, (ya que anteriormente fue "Plaza de las 4 culturas", y un poco antes "Plaza de las 3 culturas"...), hubo de buscársele una ubicación temporal, que al final se ha convertido en definitiva. Y de ahí, digo, viene el encanto del lugar, pues simplemente es un pequeño local cuya diminuta terracita, con vistas a la plaza anteriormente comentada (que de por sí ya es un escaparate privilegiado hacia el segundo y tercer recinto de Melilla la Vieja), lo que le convierte por sí mismo en uno de mis rincones favoritos de la ciudad.


Ahora ya ponen servilleteros normales de los que te puedes encontrar en cualquier parte, pero antes las servilletas eran papel de estraza cuidadosa y primorosamente cortados a mano, del mismo tamaño, puestos en vasos. ¡Era increíble! a mi no dejaba de llamarme la atención aquello, porque el papel estaba cortado a mano y no con una guillotina o algo similar que hiciera aquel proceso más llevadero y menos tedioso. Y no hay ninguna duda de que se cortaba a mano pues las fibras del papel se veian desgarradas, y no un corte fino y limpio como podría hacer unas tijeras o una guillotina. Yo me imaginaba a algún musulman, propiamente el mismo que hacía los churros, o por lo menos algun otro con su misma pinta, en una cueva oscura (rodeado de grandes tesoros ocultos) cortando con infinita paciencia todos los trozos a modo de servilleta, día tras día, día tras día, mientras piensa "malditos perros infieles comechurros" (ésto es sólo producto de mi imaginación, ya que como he dicho antes, todos los camereros son muy amables; además, no sólo comen churros allí los cristianos que yo he visto de todo).

Y es que amigos, en Melilla hay algunas costumbres que para ellos son normales, pero para el visitante que viene de fuera pueden resultar cuanto menos, curiosas. Pero eso, lo dejaremos para la última sesión de mis aventuras africanas. Ya está bien por hoy.

Otros capítulos
Las aventuras africanas de Calamardo (I).El viaje en avión

Las aventuras africanas de Calamardo (II). El viaje a Melilla en barco (1)
Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)
Las aventuras africanas de Calamardo (IV). Melilla la vieja

domingo, 24 de octubre de 2010

Rey de Reyes

Grande entre los grandes.

Aunque al final no ganara el campeonato, ¡gracias por todo!

Peazo de foto, coño.

viernes, 22 de octubre de 2010

Mis nuevos juguetitos

Pues eso, dos nuevos cacharros que me acaban de llegar para mi cocina recién sacados de sus respectivas cajas:

Una picadora de hielo, para hacer ricos ricos mojitos en casa, sin necesidad de pagar entre 6 y 8 euros que es lo que te roban en cualquier sitio de Madrid por uno. ¡Hmmm que ricos!. Y encima tengo una tienda de productos marroquíes cerca de casa donde me puedo abastecer de fresca hierbabuena de gran calidad cada vez que quiera.

¿Qué se puede pedir más?

Pues un grill con tapadera de regalo por haber hecho la compra en la web de El corte inglés. Y todo eso por menos de 60 euros, con el envío a casa y todo inlcuido. ¡Ah! y ambas cosas marca Princess.

Para morirse de gusto.

Y a eso hay que añadir una pistolita comprada en el Lidl, parecida a esas de las de silicona, pero para hacer galletas y churros, con un botoncito va saliendo la masa sin necesidad de apretar... joder, es que es la monda.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Coge el dinero y corre

Esta mañana he estado en el Senado.

Por cuestiones de trabajo es habitual que me pase por alguno de los "centros de poder" del reino: Congreso de los diputados, Senado, Tribunal Constitucional..., así como otros órganos importantes de primer nivel y organismos oficiales autonómicos. En todos ellos las medidas de seguridad son, evidentemente, muy grandes y para evitarme problemas siempre suelo hacer lo mismo: antes de pasar por los inevitables controles, meto todas las cosas metálicas que lleve en los bolsillos como monedas sueltas, llaves o móvil en el bolso de mi portátil, que es el que pasa por el escáner. Como la cartera donde llevo el dinero tiene como unos botoncitos metálicos, también la meto dentro del maletín del portatil para evitarme engorros. De esta manera yo paso más o menos limpio por el arco de seguridad. Y eso es lo que he hecho, siguiendo mi costumbre, esta mañana para pasar al edificio del Senado.

Una vez que he dado mis datos en el control de policía y los he vuelto a dar, de nuevo, a los conserjes que son los que se encargan de avisar a la persona con la que he quedado (ya que ni siquiera puedo entrar solo) debo esperar en recepción a que salgan a por mí. Como yo iba al departamento de informática, hasta que no han venido a recogerme, no he podido pasar.

Como las cosas que tenía que hacer las he resuelto más o menos rápido, y otras no podía resolverlas yo, cuando hemos terminado me han dicho que les acompañara a tomar café, y dado que yo no tenía dinero encima (las monedas y la cartera con el dinero estaban en el maletín del portátil) le digo:

- Espera que tengo que coger mis cosas.

- No te preocupes, déjalas ahí y luego te pasas a por ellas - me dice el informático.

- Vale, pero es que tengo todo el dinero en el maletín.

- Da igual, hombre, que ya te invito yo.

- Ok, ¿pero este sitio es seguro? - le comento mientras nos echamos unas risas.

Así que subimos a la primera planta donde está el hemiciclo y la cafetería y, en un momento dado, se abren las puertas y empiezan a salir un montón de gente trajeada y encorbatada.

- Hoy hay pleno, - me susurra el informático - todos esos son los senadores.

Y entonces, he empezado a preocuparme de verdad por mi cartera y mi dinero.

lunes, 18 de octubre de 2010

Cómics que me gustan: Museum

Título: Museum
Autor: Fernando de Felipe
Editorial: Glénat, 1994
Encuadernación: 1 vol. en cartoné, 48 p.

Coleccionismo: obsesiones enfermizas y manías
Es una realidad el hecho de que ser coleccionista, de lo que sea, conlleva, sin ningún género de dudas, la asunción de una serie de manías. Da igual si coleccionas abanicos, dedales o, como es mi caso, cómics. Como ya he comentado en entradas anteriores (I, II), fue en 1993 cuando inicié la que se podría considerar como mi colección oficial de cómics actual, mas allá de los clásicos tebeos de Mortadelo y Filemón que, más o menos, siempre tuve. El que me toca comentar hoy fue comprado en el lejano año de 1994, es decir, en la temprana época en la que mi colección cabía perfectamente en una o dos baldas de cualquier estantería de tamaño normal. La adquisición se produjo en Granada, e imagino que fue en cualquier día del último cuatrimestre de ese año. A pesar de haber pasado ya 16 años aún recuerdo perfectamente el momento de su compra.

Hay una razón por la cual digo que lo compré en esa fecha, y aquí es donde entra en juego una de mis manías con respecto a mi colección de tebeos. En un momento dado de la historia, cuando mi colección de Mortadelos empezó a crecer, decidí que de alguna forma había que personalizar cada uno de los ejemplares indicando a quién pertenecía. Por aquella época yo dejaba los cómics a mis amigos y de vez en cuando tocaba sufrir para que te los devolvieran, por lo que durante muchísimos años cumplí la máxima: "cómic que entra en casa después de comprado, cómic que ya no sale". Y esa regla ha estado vigente hasta hace bien poco, cuatro o cinco años, cuando en un acto de valentía extrema, volví a dejar un cómic a un amigo del curro que ya no está con nosotros. Bueno, dicho así parece otra cosa, simplemente es que se cambió de trabajo y de ciudad (y estoy seguro, completamente seguro, de que ha pasado a mejor vida, en el mejor sentido de la expresión, porque cuando uno vuelve a su tierra... debe ser la repanocha).

A ver, a lo que voy, que me ando demasiado por las ramas. El caso es que esa marca de propiedad que iba dejando en cada cómic tiene su nombre "científico", llamado Ex-Libris. Normalmente la gente lo que hace es hacerse uno mediante sellos de caucho o similar, más o menos personalizado, y sobre todo con dibujos de corte clásico, escudos y esas cosas. Yo lo que hago es simplemente una pequeña anotación manuscrita realizada en la primera hoja en blanco, abajo a la derecha, que tenga el cómic, o bien en alguna esquina inferior derecha si no existe dicha página. El objetivo es que en ningún caso afecte al área que contiene los dibujos. Dicha anotación se compone de mi primer apellido escrito de forma más o menos estilizada (y que no ha cambiado de forma con el paso de los años) a la cual se le han ido añadiendo más elementos informativos relativos al momento de la compra del ejemplar en cuestión.

Al principio, pues, el Ex-Libris sólo consistía en mi firma. De esta época son casi todos mis Mortadelos y son de la fecha "pre-data", que no es otra cosa que aquéllos cómics en los que firmaba sólo con mi apellido. Con el tiempo, a mi firma se le fue añadiendo, con dos dígitos, el año en curso de la compra. Calculo que esto sucedió allá por el año 1992 o 1993, aproximadamente. De esta forma, quedaba reflejado además el año en que fue adquirido, y así fue durante varios años, más concretamente en 1997 cuando decidí que era hora de añadir otros dos datos más: la ciudad en la que realicé la compra y la fecha exacta (dia, mes, año). La cosa vino así porque de repente mi vida empezó a complicarse de mala manera y fui viajando por varios lugares intentando buscar el sitio que a uno le correspondía en la vida: Granada, Fuengirola, Málaga, Almería, Melilla, Madrid... me dí cuenta de que de las localidades que visitaba siempre me traía como recuerdo un cómic (o los que podía), con lo que con el Ex-Libris quedaba conveniente marcado para el recuerdo. Ahora me hace gracia pensar en aquél Calvin y Hobbes que compré en un viaje a Madrid y yo pensando: "¡guau! ya tengo un cómic comprado en Madrid, a saber si algún día tengo algún otro más de aquí".

Yo calculo que ahora tendré aproximadamente otros 1.200 más comprados en la capital de España, aparte de ése.

Siguiendo con mis manías en relación al Ex-Libris, ahora mismo no sólo indico mi firma estilizada, la fecha con dos digitos justo después, la ciudad y la fecha exacta de compra, sino que, además, en ocasiones, añado otros datos que con el tiempo, pasarán a la posteridad (maniático que es uno):

- Si es un regalo (de Reyes, cumpleaños, aniversario.... lo que sea), se pone una nota indicándolo.

- Si es el primero que compro en ese año en curso, se deja convenientemente anotado. Si es el último no, nunca se sabe.

Además he tenido la gran suerte de que algunos amigos míos, conocedores de mi pasión por los tebeos, me han traído alguno cuando han realizado algún viaje al extranjero. Así, tengo cómics de varias ciudades de Estados Unidos (uno de ellos, de Batman, es de San Diego, comprado apenas uno o dos días después del atentado a las Torres Gemelas), Chile, Marruecos, Irlanda, creo que no me dejo alguno, además de uno que compré yo mismo en Lisboa. Todos ellos los guardo con cariño pues son recuerdos que me trajeron cuando estaban de viaje, lo cual quiere decir que se acordaron de mí. ¡Muchas gracias a todos!. Además, como por motivos de trabajo me tocó viajar por España durante un buen período de tiempo, también tengo cómics de Vitoria, Oviedo, Segovia, Valencia, Alicante, Barcelona, Zaragoza, Pamplona, Salamanca, Santiago de Compostela, Girona, Lleida, Garrucha, Fondo de Bikini ... ¡yo que sé qué mas sitios!, porque además, si hago algún viaje de carácter personal, también mantengo la costumbre (ya convertida en regla) de comprar un cómic para el recuerdo si se da el caso, claro.

Así que el Ex-Libris se fue convirtiendo en algo más que una marca y en realidad es ahora una fuente de información que además, conlleva una oleada de recuerdos y de tiempos pasados (¿mejores? no creo, simplemente diferentes). Porque he de decir que, a pesar de que mi colección total estará en torno a los 4.000 ejemplares, creo recordar el momento de compra de casi cualquiera de ellos, que se dice pronto. Como mi colección actual se encuentra separada entre la de Fondo de Bikini y la situada en Madrid, cuando vuelvo a casa de la Sra. Tentáculos y abro un cómic, al ver mi firma con la fecha y el lugar de la compra, un monton de sensaciones e imágenes vuelven en una especie de flash mental que le ponen a uno tontorrón. Y eso es lo que ha pasado con este cómic y con alguno más que he tenido la oportunidad de releer durante mis vacaciones y que, imagino, comentaré en otra entrada.

Así pues, el cómic que toca comentar hoy, como dije al principio, lo compré en algún momento del último cuatrimestre de 1994, no puedo saber con más exactitud la fecha pues el dato del dia, mes y año lo incorporé a mi Ex-Libris en 1997, como he comentado. Pero para eso hay otros datos en el propio cómic (y aquí es donde entra en juego una pequeña investigación para recordar exactamente el momento de su compra, y que es lo que me gusta de toda esta historia). En realidad hay sitios (bueno, cada vez hay menos) donde aún indican a lápiz, en la primera hoja arriba, a la derecha, la fecha en la que el cómic (libro, revista, o similar) entra en el establecimiento. En este caso la información indica 6-9-94. Así que probablemente lo compré en un viaje previo a los inicios del año académico en curso, que aún tenía algo de pasta en el bolsillo ya que acaba de terminar mi período de trabajo estival en el distribuidor de Coca-Cola, y otras bebidas alcohólicas, de Fondo de Bikini. Algún día contaré mis anécdotas de la Coca-Cola, suelen tener mucho éxito (y hace mucho tiempo que no las cuento, y al final se me van a olvidar).

Lo que no recuerdo es que hacía yo por esa época en Granada... imagino que iría a formalizar algún papeleo o historia similar de la universidad. No creo que fuera a hacer un examen porque he de decir que no tuve problemas a la hora de aprobar las asignaturas de cada curso, porque otra cosa no, pero en este caso me saqué mi carrerita sin problemas (aunque tampoco era nada del otro mundo, todo sea dicho). Es decir, que si juntamos algunos datos dispersos obtenemos un montón de información sobre cómo era la vida de uno en un momento determinado, en este caso del lejano mes de septiembre de 1994, en el que yo hice un viaje a Granada (seguramente con algún pretexto para ver a la churri, que sería lo más normal) ¿a que es genial? Por esta razón, y alguna que otra más, siempre digo que nunca venderé mi colección (espero no verme nunca en una situación que me obligue a ello), porque cada ejemplar que la compone me dice algo de mi propia vida. Tela...

Tengo otras manías relacionadas con mi colección y que sigo de forma absoluta y que en un momento dado también me cuentan algo. Por ejemplo una de ellas es dejar dentro del propio ejemplar lo que en ese momento he usado como marcapáginas (¡si! ¡voy a seguir haciéndolo así aunque no te guste! :-) ) y como el marcapáginas que uso ahora son unas tarjetas de visita de hace unos años que ya no uso, la pequeña Calamarda cuando sea mayor, cuando crezca y sepa leer, sabrá que su papi fue redactor jefe de una revista relacionada con su profesión y que más o menos le conocían por algo en algún sitio, aparte de ser el señor que se queda con ella por las tardes, mientras dice que trabaja con el ordenador. También tengo la costumbre de dejar las etiquetas con el precio, sean del tamaño que sean (mis preferidas son las de la FNAC, porque son las que más información llevan), para que dentro de unos años, cuando ya no esté yo aquí en el mundo y la pequeña Calamarda, y si viene alguno más pues lo que sea, decide que mis cómics lo único que hacen es ocupar sitio y quiere desprenderse de mi colección, sepa cuánto me costó el cómic que tendrá en la mano, y decida, si así lo desea, venderlo. ¿Cuanto valdrán los cómics dentro de, yo que sé, 30 o 40 años? ¿se seguirá pagando en euros? de hecho ya tengo etiquetas en euros y en pesetas.¿Se seguirán publicando cómics dentro de tanto tiempo?... estoy seguro que no, o por lo menos, no en la forma en la que los conocemos hoy día.

¿Por qué me gusta?
Pues la verdad es que de todas estas manías, obsesiones y costumbres relacionadas con el coleccionismo llevado hasta su máximo exponente y que termina en lo enfermizo habla el cómic Museum. De hecho, yo creo que incluso se podría considerar como un muestrario de las propias inquietudes del autor, ya que De Felipe siempre tuvo un gusto especial por meter el dedo humedecido en alcohol en la herida y hurgar para ver qué podía encontrar. De hecho yo casi entendería Museum como una hipotética segunda parte de otro álbum anterior titulado Marketing y utopía, al cual supera ampliamente en el planteamiento y desarrollo de los conceptos que expone, también relacionados con los sótanos del alma humana y la sociedad que se ha construido a su alrededor.

El álbum fue publicado por la Editorial Glénat justo en la época posterior al derrumbre definitivo del imperio romano de Toutain, donde el cómic era realmente algo minoritario (mucho más de lo que es ahora) y donde aún quedaban vivos los restos de dicho imperio. De hecho, su autor, Fernando de Felipe, fue un producto genuino de Toutain. Además, la obra tiena una estructura típica de aquélla época pues se desarrolla en 6 pequeñas historias de 8 páginas cada una, autonconclusivas aunque con un pequeño hilo conductor que desemboca en la última de las historias. Como ya he comentado en alguna otra ocasión esta forma de publicar era la clásica del boom del cómic en España ya que antes de su recopilación en álbum se publicaba de forma seriada en alguna revista especializada de las que existían antes. De hecho, ésta fue la forma en la que se publicó inicialmente Museum. Aún recuerdo perfectamente cuando, varios años después de adquirir el álbum, en un kiosco de Granada cerca de la estación de tren, encontré, de saldo y retapadas, los 6 números de la revista llamada Comix internacional (editada por Zinco durante 1992 y que recogió los restos aún humeantes de Toutain), que fue donde inicialmente apareció seriada en forma de entregas. Evidentemente me las compré ipso facto y aún las tengo, claro, aunque permanecen en Fondo de Bikini.

Museum, para mí es la obra donde De Felipe expone en todo su esplendor su negrísimo sentido del humor, con un punto de vista de situaciones normales que superan lo patológico. Lleva al límite las obsesiones personales de sus personajes logrando sus más altas cotas de surrealismo macabro. Se podría decir que cada viñeta es una auténtica muestra de su valía como dibujante, escenográfo, director de fotografía y colorista y cada página es un máster que deberían de seguir muchos de los que actualmente se autodefinen como dibujantes de cómics para ver si así aprenden algo de composición de página y narración, entre otras cosas. ¿Y qué decir de la aplicación del color que hace? impresionante. Usando una gama de colores de tonos pasteles con un alto contraste, logra crear ambientes opresivos, cerrados y siniestros que tan bien había desarrollado y experimentado en otras obras anteriores suyas. A mí este cómic me recuerda mucho, en algunos aspectos, a esa obra maestra del cine que es Delicatessen, de Jeunet y Caro, autores con quien yo creo que De Felipe comparte ese mismo universo oscuro y lúgubre, con atmósferas enrarecidas en un ambiente de cierta cotidianeidad (de hecho yo creo que el protagonista del cómic vive en el mismo edificio de la peli...) que lo que provoca es que el contraste con las situaciones límite donde sitúa a sus personajes, se acreciente aún más .

En realidad De Felipe es un autor que tiene un estilo propio diferenciado, original y exquisito (de lo que queda poco hoy en día vaya) y con mucho, mucho, talento y una imaginación totalmente desbordante. Desgraciadamente es un genio del cómic perdido para la causa. ¿Sólo yo lo echo de menos dentro del triste panorama del cómic patrio? ... La verdad es que este tipo de cómic compuesto de varias historias autoconclusivas de pocas páginas se ajustaba como un guante al estilo directo y fuerte de De Felipe. Suelen ser historias duras basadas en alguna pequeña anécdota o idea oscura relacionada con el coleccionismo contada de forma precisa, sin alargarla artificialmente y que en realidad suelen ser como un golpe en toda la cara, ya que siempre el climax máximo suele encontrarse al final de la historia, despues de haber desarrollado dicha idea de forma creciente durante el relato. Es una pena que el autor abandonara el mundo del cómic y dejara inconclusa la que debía ser su obra principal: Black Dekker, pero qué le vamos a hacer, espero que algún día Fernando de Felipe vuelva a hacer cómics.

Por último comentar que el álbum es hoy día inencontrable en tiendas, hace años que está totalmente agotado, y sólo es posible localizarlo en el mercado de segunda mano. Yo desde luego, jamás me desharé de él.

Y ahora, os dejo, que he de ir a quitarle el polvo y limpar uno por uno cada ejemplar de mi colección, como hago cadia día. La pequeña Calamarda parece que tiene hambre, pero seguro que puede esperar unas cuantas horas a que termine mis obligaciones con mis cómics, además, aún no se ha comido las acelgas, que le puse antes de ayer y que no tienen tan mal aspecto como ella me quiere dar a entender. Cosas de niños...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Las aventuras africanas de Calamardo (IV). Melilla la Vieja

Melilla tiene numerosos encantos, la verdad es que muchos, pero mi favorito es Melilla la Vieja. Otros tendrán sus lugares favoritos, que Melilla cuenta con muchos, pues tiene un riquísimo patrimonio arquitéctonico. Como por ejemplo un centro histórico compuesto por muchisímas manzanas repletas de edificios de un estilo modernista precioso, en lo que en su día fue el ensanche principal que se llevó a cabo a principios del siglo XX y que permitiera un desarrollo urbanístico más racional, expandiendo la ciudad más allá de los extramuros del Melilla la Vieja. Este proyecto de ensanche fue planificado por el arquitecto Enrique Nieto, supuestamente discípulo de Gaudí. Aquí, Enrique Nieto tiene poco menos que el estatus de Dios, pero con razón, porque pasear por el centro modernista de Melilla es un auténtico gustazo para la vista y muchos de los edificios más bonitos y emblemáticos fueron diseñados por él. Además, hay un elemento que se une a la belleza del centro histórico y que no es otro que su carácter decadente. Con los años, esos preciosos edificios han ido cayendo en desuso y la falta de mantenimiento les ha dado un nuevo barniz nostálgico y meláncolico que trae a la mente tiempos mejores y la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, por lo menos para estas construcciones. Son la huella de un pasado (reciente) más glorioso, donde una burguesía militar acomodada tenía el poder y lo mostraba de esta forma, por lo que puedo deducir. En la actualidad, esta clase media alta militar ha sido sustuida por una clase media alta muy aburguesada compuesta por una cantidad ingente, enorme, sobredimensionada, de funcionarios públicos de todo tipo y pelaje, cuyos gustos a la hora de adquirir vivienda los ha echado fuera del centro, donde se construyen grandes casas, chalets y urbanizaciones, más acomodadas al estilo de vida de hoy en día, ya que además los funcionarios melillenses disfrutan de unas prestaciones salariales también sobredimensionadas (y que en realidad no entiendo por qué esto es así, ya lo comentaré en otra ocasión).

También es muy bonito pasear por Melilla porque descubres que en esta ciudad, aún quedan vestigios del comercio tradicional en tiendas de toda la vida, con unos nombres rimbombantes: "Barbería española", "Ferretería Moderna" y otros muchos más que no me acuerdo. El caso es que son bastante frecuentes dos adjetivos comunes acompañando al nombre de los comercios: "español/a" y "moderno/a". El primero imagino que se usa para dar cierto tono "nacional" a la tienda, evidenciando su origen. El segundo, por lo que he podido deducir, creo que en un momento determinado fue moda usarlo para indicar que la tienda había sufrido una renovación importante, o bien para demostrar su actualidad en el género que se vende. Por ejemplo, hay un restaurante que se llama "El caracol moderno 2". Lo cual evidencia, también, su antigüedad y solera, pues imagino que antes hubo un "Caracol", luego un "Caracol moderno" y por último un "Caracol moderno 2". Sobre este restaurante ya hablaré cuando toque.

También las calles principales están llenas de bazares donde encontrar casi cualquier cosa. Existe el mito, más o menos extendido, de que los precios en Melilla de los aparatos electrónicos y del oro son más baratos que en la península, pero no es así. Y si hay alguna diferencia, no es significativa. De hecho, yo me compré allí mi PS2 y el precio era exactamente igual que en la península, lo que pasa es que yo ya iba caliente con la idea de comprármela y claro, ya daba igual, aunque hubiera estado más cara, me la hubiera comprado igual. Lo que si es verdad es que la oferta en según que cosas electrónicas es más variada y sí que es posible encontrar modelos que no es fácil encontrar en la península. Por toda la ciudad hay un montón de bazares, regentados sobre todo por hindús y musulmanes, donde encontrar casi de todo y que siguen con las costumbres mas tradicionales: a ver en qué tienda de la península compras un simple transistor y el dependiende, con toda la paciencia del mundo, lo saca de su envoltorio, le pone pilas, lo prueba delante de tí, y vuelve a meterlo en su caja exactamente igual que estaba.

Desgraciadamente, cada vez es más mayoritaria la presencia de franquicias, como ocurre en cualquier otro sitio, que está desplazando el comercio tradicional melillense. Pero imagino que ellos también querrán beneficiarse de las ventajas de estas tiendas, digo yo.

Hay mucho que contar en relación con este proyecto de ensanche, pero como he dicho antes, no es mi intención hacer un recorrido histórico por la ciudad. Quien esté interesado, puede usar Google y encontrará muchísima información: por qué son tan anchas las calles, la historia del parque en forma de cañón, por qué hay una figura en dicho parque mirando al Guru Gú.... Pues hala, a buscar.

Este post creo que va a ser sobre todo gráfico, pues lo mejor es que se vean los encantos de esta parte de Melilla la Vieja. Lo poco que voy a escribir se basa en lo que he ido conociendo de la ciudad y las historias interesantísimas que me cuenta mi suegro, que ha vivido siempre en Melilla. No es ni mi objetivo, ni mi intención, hacer un recorrido histórico por Melilla (insisto, que luego viene un melillense, lee esto y me pone de vuelta y media porque no he contado toda su historia AL DEDILLO, que yo sé como son y la susceptibilidad que se gastan), como tampoco quiero hacer un catálogo turístico de nada. Sólo comentar mi pequeña experiencia por si a alguien le resulta de interés.

Para entender el verdadero contexto en el cual situar Melilla hay que tener en cuenta que, durante buena parte de su historia, Melilla, más que una ciudad, era una plaza militar, con las restricciones que esto conlleva. Según me cuentan, en la primera etapa del Franquismo, la más dura, por su carácter militar en Melilla no hubo libre circulación de personas y no era fácil llegar, ni siquiera para los familiares de los civiles que vivían aquí ganándose la vida sobre todo al servicio del numeroso destacamento militar que había en Melilla.

El caso es que la ciudad aún mantiene un marcado carácter militar, pues aunque se han desmantelado muchos cuarteles, aún quedan un montón. Además, hay ciertas rutinas militares que aún es posible observar al pasear por melilla y la presencia militar, aún es importante. A ver, no es que te encuentres con tanques aparcados en la acera, mientras se toman un carajillo, no. Pero sí que es posible que escuches algún corneta tocando el himno de España mientras se arría o se iza la bandera. Bueno, cornetas ya quedan pocos, en todo caso será una  grabación, pero la cosa queda de todos modos muy típica y curiosa. No pienso hablar de los restos de ciertos monumentos y estatuas de origen franquista. Quien quiera llevarse las manos a la cabeza, allá él con su ignorancia, pero insisto en lo que he dicho antes: aunque ahora Melilla es una ciudad abierta, la mayor parte de su historia ha sido una plaza militar y la vida ha estado girando completamente al ritmo de los militares, y eso explica muchas cosas. Que cada uno piense lo que quiera.

En otras cosas donde aún se nota la influencia de las rutinas militares en los ciudadanos (tampoco es que influyan mucho, es simplemente que esto permite ver cosas que en otros lugares es imposible) es en el abastecimiento de las plazas militares que aún se encuentran diseminadas por pequeños islotes del norte de África, como por ejemplo, las Islas Chafarinas. Las Chafarinas, se encuentran más al este, como vimos en un post anterior y de vez en cuando, el helicóptero que lleva los suministros viene y va desde Melilla, el cual es de esos espectáculares, tipo "Chinook", con dos hélices en la parte superior, y que hace un ruido del copón. La base la tiene en un cuartel situado en una de las colinas que rodean Melilla, y en esta foto podemos ver cómo lo cacé mientras hacía la maniobra de aterrizaje. La verdad es que es bastante espectacular.



Pues bien, vamos a lo que vamos. Melilla la Vieja es un recinto fortificado que se construyó en una pequeña península rocosa que, como tal península, estaba pegada al continente africano por uno de sus lados, que en su día, luego volveremos a ello, fue también su principal acceso. Es una auténtica ciudad amurallada con el objetivo de asegurar su protección tanto desde los ataques provenientes del mar, como de los de tierra. Con el paso del tiempo, al recinto principal y original, se le unieron otros tres más, llegando a constituir un complejo amurallado bastante grande, y que resulta muy agradable de pasear. En la actualidad, es completamenta visitable el primer recinto, donde hay casas habitadas por civiles y la vida transcurre de forma habitual (de hecho el que escribe esto se casó en la iglesia ubicada aquí) a lo que hay que sumar varios museos (todos, todos, todos, de gran interés) y un tesoro escondido en el subsuelo que recomiendo vívamente ver si se visita Melilla: Las cuevas del Conventico (lo siento, no tengo fotos). Estas cuevas son unas galerías subterráneas que recorren buena parte de Melilla la Vieja, a varios niveles de profundidad, y que eran el resguardo principal para la población civil durante los períodos de asedio de la ciudad. Es un auténtico placer recorrerlas y si te toca un guía que sepa completar su texto aprendido de memoria con anécdotas reales, como fue el caso de mi primera visita, entonces es algo inolvidable. Si vas a Melilla no te lo puedes perder, de verdad. Y es que como toda ciudad fronteriza, Melilla tiene una amplia y complicada historia, que evoca un sinfín de batallas, luchas y asedios.

Para ver más información y fotos de las Cuevas del Conventico, visita este blog. Recientemente he encontrado otro blog muy interesante donde no sólo se habla de los aspectos que para mí me resultan más interesantes de Melilla, sino que además la opinión de su creador es muy similar a la mía en algunos aspectos. Recomiendo su visita.


Por cierto, estas cuevas son hoy día visitables porque durante los últimos 15-20 años se ha llevado a cabo un proceso de restauración casi al completo de este primer recinto. Restauración que, todo sea dicho, se ha realizado con un gusto exquisito y que fue merecedora de un premio europeo muy importante que se da a este tipo de trabajos y que ahora no me acuerdo cómo se llama (el premio). Da igual. La verdad es que el trabajo de recuperación es excelente y ha merecido la pena hasta el último céntimo (o peseta) invertido. Recientemente, se ha restaurado el segundo recinto, que es ahora tambien visitable en una buena parte, y creo que ahora se está trabajando en el tercero y se esta llevando a cabo la restauración de uno de los frentes del primero, que por su ubicación, era la más complicada e imagino que más compleja técnicamente hablando. Cuando esté todo terminado se ofrecerá un conjunto increible de gran belleza y que no entiendo como Melilla no lo convierte en un reclamo turístico de primer orden. Es otra de las cosas que no entiendo del carácter melillense: pillan unos rebotes tremendos porque en la península apenas se les conoce a ellos ni a su realidad, pero la verdad es que no mueven ni un dedo para cambiar esta situación.

Las fotos que a continuación pongo son sólo una parte del primer y segundo recinto. En Melilla la vieja hay un millón de rincones donde perderse, es imposible ponerlos todos. Y sólo es posible darse cuenta de su dimensión real si la visitas, algo que aconsejo vivamente. Coged palomitas y disfrutad de las fotos que buenamente he hecho en una tarde donde la brisa del mar permitía recorrer las calles sin sudar mucho. Un buen amigo mio uruguayo me dijo un día que hay sitios tan bellos que aunque la cámara se te caiga al suelo y se dispare sola, la foto que saldrá será preciosa. Pues bien, éste es uno de los casos.

Panorámica desde el barco

Frente y puerta de la Marina. En su momento, daba al mar.


















Mis rincones favoritos


 
Plaza de la maestranza. A la derecha, las puertitas pequeñas, son el acceso a los aljibes que abastecían a la ciudad y almacenaban el agua de lluvia. Enfrente, puerta que lleva al túnel de Santa Ana, y a las puertas de Santa Ana y Santiago. Enfrente, a la izquierda, acceso desde la Puerta de la Marina.

 
Escalinata que comunica la Plaza de la Maestranza con la Plaza de Estopíñán, en un nivel superior.

 
Misma escalinata, vista desde arriba, más o menos a la mitad.

 
Uno de los accesos a las dependencias donde se encuentra el sistema de limpieza del agua de los aljibes

 
En esta sala, que pertenece a los aljibes, se filtraba el agua de lluvia antes de pasar al depósito principal.

 
Depósito principal donde se almacenaba el agua. La altura es de unos 20-30 metros, más o menos.

 

 
La que en su día fue la puerta principal del recinto y que hoy comunica con el baluarte de Santiago y el segundo recinto. El baluarte de Santiago hubo de construirse anexo a esta puerta como medida de seguridad, ya que puede verse que desde el exterior (desde donde está tomada la foto) eran vulnerables los soldados que se encontrasen en la Plaza de la Maestranza (al fondo del túnel).

 
El Baluarte de Santiago es un elemento arquitectónico defensivo, un túnel en forma de U, con un recodo que protegía el interior de los ataques exteriores. Fue anexado a la puerta de la imagen anterior a la que se llega por la puerta de la izquierda de esta foto. A la derecha se llega a la puerta de Santiago propiamente dicha.

 

 
Exterior de la Puerta de Santiago, que en su día daba al exterior. Hoy día comunica el llamado primer recinto con el segundo, la Plaza de Armas, a través de un puente sobre el foso de Santiago.

 




Interiores del Baluarte de Santiago

 
 
El puente de Santiago sobre el foso del mismo nombre. Al construirse el baluarte, como medida defensiva adicional, se cortó a pico la parte del terreno que unía la pequeña penñinsula donde se asentaba Melilla la Vieja con el continente. Es decir, ese foso es artificial.
 
 
El foso de Santiago lleva a una pequeña calita de nombre tan sugerente como "Ensenada de los galápagos". A la derecha se puede ver el llamado "Frente de Tierra" perteneciente al primer recinto, que están reconstruyendo ahora. Impresiona ver los andamios colgados sobre los acantilados
 
 
Parte del tercer recinto, ahora mismo en reconstrucción y que aún no se puede visitar (le tengo ganas....). Ese puente comunica con el segundo recinto a través de un lugar con el evocador nombre de "Puerta de las cinco palabras" (el nombre es genial, ¿a que sí?)
 
 

Volviendo al primer recinto, y pasando por el túnel de La Marina que se encuentra en la Plaza de la Maestranza, llegamos a una de las puertas principales de Melilla la Vieja, La Puerta de La Marina, que en su día comunicaba con el embarcadero.

 
 

Aunque no puede apreciarse bien, en esta foto se ven los cuatro recintos. El primero, en rosa, el segundo, en verde, el tercero en naranja y el cuarto, más a la izquierda, en rosa claro. Puede verse cómo la ciudad original fue creciendo hasta que hubo de hacerse el ensanche de principios del siglo XX. Marcado en un cutre trazo en rojo, las zonas fotografiadas. Como puede observarse, queda mucho por ver en Melilla la Vieja.
 
Bien, una vez que bajas por la Puerta de la Marina hacia la ciudad, y con el calor que hace, y ya con la noche encima, resulta que te encuentras con otro sitio para mí indispensable de Melilla, uno de mis rincones favoritos, sino el que más, donde descubrir otro de sus tesoros, en este caso que se puede comer, y reponer fuerzas para seguir paseando. Hmmm qué rico, ¿no hueles a comida?


Otros capítulos
Las aventuras africanas de Calamardo (I).El viaje en avión
Las aventuras africanas de Calamardo (II). El viaje a Melilla en barco (1)
Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)
Las aventuras africanas de Calamardo (V). Toca comer y te regalo la receta del auténtico pinchito moruno

jueves, 7 de octubre de 2010

Estudios de postgrado para optometristas de culo inquieto (ACTUALIZACIÓN)


¡Muchas gracias a los que habéis votado ya! Sintiéndolo mucho, esto no me deja poner el nuevo título sugerido amablemente desde uno de los comentarios:

"Estudio retrospectivo del entrenamiento visual en las distintas especies animales. A propósito de algún caso."

SI AÚN NO HAS VOTADO ¿A QUÉ ESPERAS?

Por otra parte: ¿cuando os viene bien que os deje a la pequeña Calamarda por allí una tarde enterita?... es que la Sra. Calamarda me mira mal si lo propongo yo...

miércoles, 6 de octubre de 2010

Estudios de postgrado para optometristas de culo inquieto

A través de los análisis de datos que diariamente me manda Google Analytics, me he dado cuenta de que una parte de mis visitas del blog provienen del campo de la optometría. Imagino que algo tendrá que ver que la Sra. Calamarda es óptica optométrica, pero vete tú a saber.

Recuerdo que yo, documentalista de profesión, cuando les dije a mis amigos que me había echado una novia que era óptica me dijeron:

"Anda, para que veas"

Y se quedaron tan frescos.

El caso es que he conseguido averiguar que ese pequeño núcleo de ópticos que visitan el blog están pendientes de elaborar un trabajo de investigación que una áreas tan dispares, pero tan cercanas al mismo tiempo (sobre todo los sábados por la noche) como la optometría y la documentación... ¿Qué? ¿no te crees que hay conexiones entre ambas disciplinas?

Pues participa en la encuesta (que está más arriba) para votar el título de tu trabajo de investigación según las propuestas de Calamardo.

martes, 5 de octubre de 2010

Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)

La tormenta perfecta
Al divisarse el Cabo de Tres Forcas en el horizonte, ya se nos está anunciando que el continente africano está cerca y que el viaje ya ha pasado su ecuador. A lo lejos, por donde se pone el sol, al oeste, se divisaban lejanas unas nubes muy compactas y las cortinas de agua que podían verse caer nos indicaban que en ese punto estaba lloviendo a mares (nunca mejor dicho).


La verdad es que en ese momento la naturaleza nos tenía guardada una sorpresa impresionante que yo, por lo menos, no había visto nunca. En este punto de la travesía el barco enfila el continente africano y, aunque sólo se puede ver la parte del Cabo de Tres Forcas, que es una pequeña península afilada, por detrás se encuentra el resto de África. Tuvimos, además, la suerte de que un grupo de unos 10 o 12 delfines vinieron a saludar la presencia del barco, dando saltos sobre las olas. El de los delfines es un espectáculo habitual en estos viajes, sólo hay que tener la suerte de estar en el lateral del barco correcto en el momento preciso, como lo estábamos nosotros. Fue imposible hacerles una foto, eran demasiado rápidos.


Para hacernos una idea del entorno geográfico que rodea a Melilla: el Cabo de Tres Forcas, la Mar Chica, y las Islas Chafarinas, situadas sobre el Cabo del Agua.

El caso es que los delfines fueron los teloneros del espectáculo principal que vendría poco después, o más bien ya estaba empezando. En un momento dado, primero a la derecha del barco (oeste) y luego extendiéndose por todo el horizonte, empezaron a producirse unos relámpagos en la lejanía. Una gran tormenta eléctrica iba a afectar a todo ese terreno que se extiende desde Tres Forcas al Cabo del Agua, y que desde el barco se divisa en el horizonte sin problemas. Lo mejor de todo es que tuvimos suerte y ya estaba anocheciendo y poco a poco la oscuridad fue cada vez más completa. Los rayos se sucedían unos a otros iluminando todo el horizonte, partiendo desde las altura en las nubes y llegando hasta el mar. Otras veces los rayos se ramificaban y una parte bajaba a tocar la superficie del agua, y otras ramas del mismo rayo se repartían por toda la masa nubosa, iluminándola. Si había suerte, además, los relámpagos hacían brillar las nubes desde su interior con una gama de colores luminiscentes impresionante. Fue increíble.

Por mucho que intenté recoger uno de estos rayos en una foto, fue imposible. El aparato eléctrico fue cobrando cada vez más fuerza y ampliándose geográficamente. A cualquier lado del barco era impactante ver el espectáculo de los rayos y relámpagos que iluminaban la noche que ya nos había alcanzado: una tormenta electríca a la derecha, con el epicentro en Melilla y Nador; y otra, por la lado izquierdo en pleno territorio marroquí. Y la negrura de la noche, en medio del mar, aumentaba la espectacularidad de las imágenes a las que estábamos asistiendo. A nuestra derecha, en territorio marroquí, en pleno Cabo de Tres Forcas, un sinfín de luces salpicaban el terreno, que son las aldeas de las que hablamos que se divisan desde las alturas en los viajes en avión, y al fondo, lejos, las luces de Melilla y Nador, predominantes. Los rayos y relámpagos iluminaban fugazmente el territorio y las montañas de la costa se mostraban completamente ante nosotros, para aumentar más, si cabe, la dimensión de lo que estábamos viendo.

En realidad el barco iba directo hacia la tormenta que venía de Melilla, o bien ésta iba hacia nosotros, da igual. El caso es que en un momento dado el barco se encontraba en mitad de las dos tormentas, la que venía desde el lado izquierdo y la que nos pilló por el lado derecho. Aquí también tuvimos fortuna pues la tormenta sólo afectaba a la atmósfera, y no al mar, ya que no había temporal y el barco navegaba con total tranquilidad sobre unas aguas tranquilas. Yo me encontraba en cubierta intentando, sin conseguirlo, tomar una foto de todo aquello y de repente vi que la gente salía corriendo hacia el interior del barco, y es que estaba cayendo el agua a jarrazos, pero yo no me había enterado, porque estaba situado justo debajo de uno de los botes de salvamento que impedía que me mojara. De ahí que de vez en cuando se me acercara algún marroquí con cara de incrédulo (al principio no entendía yo aquella actitud) que intentaba comprobar por sí mismo si es que yo era una especie de Moises que abría el agua de la lluvia con mi presencia, o simplemente quería cerciorarse de que mi improvisado refugio funcionaba perfectamente. Y es que, debido a la oscuridad y al propio ruido de los motores del barco que ocultaban el sonido de la lluvia, no me dí cuenta del diluvio que estaba cayendo hasta mucho después de que éste comenzara.

Conforme fuimos llegando a Melilla, la tormenta fue pasando y la dejemos atrás y el tiempo fue calmándose. La verdad es que fue la primera vez que ví algo parecido en el barco y durante casi tres horas pude asistir a algo realmente impresionante que, imagino, será complicado que vuelva a repetirse. En otra ocasión, más concretamente el segundo viaje que realicé en barco hacia Melilla hace ya muchos años, me encontre con un temporal tremendo, y la mala mar fue la protagonista de todo el viaje: horas y horas montado en una montaña rusa que terminó cuando salí por el barco por la bodega, dando un pequeño salto para llegar al muelle... Madre mía. Siempre recordaré aquél cascarón con cariño, se llamaba "Ciudad de Salamanca" y es este:

Foto extraída de aquí sin permiso del autor

El caso es que según pone en esa web, fue vendido a una compañía marroquí y, de hecho, el pobre barco, al que le cambiaron hasta el nombre, aún puede verse desde hace años desde Melilla, anclado siempre en el mismo sitio del puerto de Nador, visiblemente escorado sobre uno de sus laterales. La verdad es que me da un poco de penilla verlo así, abandonado. Por dentro tenía una decoración muy setentera, y tenía su pista de baile y todo con sus bolas de cristales, joder, parecia que en un momento dado saldría Tony Manero a darse unos meneo, coño. En fín,  imagino que es el destino de muchos barcos, ¿no?

¡Joder! menudo viajecito aquél. Era la época en la que viajaba solo y en butaca, y nada más embarcar, viendo el tiempo que hacía, decidí que me sentaría en una silla de las que estaban en el "salón de baile" que tenía aquel barco y que no me movería ni me levantaría a no ser que llegáramos a puerto o escuchara las sirenas de alarma para la evacuación en caso de naufragio. Durante el viaje, sentado en mi silla, tenía una visión privilegiada del temporal, ya que la sala se encontraba en la proa del barco y unos grandes ventanales (la segunda fila de ventanas que hay en el frente del barco) se abrían enfrente de mi silla y nos dejaban ver el horizonte, siempre y cuando no lo ocultaban aquellas tremendas olas que íbamos sorteando. Porque yo en mi vida he vuelto a ver unas olas como aquéllas. Unas olas redondas, perfectamente convexas, que se movían rápidamente cogiendo altura y que movían el barco a su antojo. Mi estómago, a modo de giroscopio orgánico detectaban perfectamente el movimiento horizontal de arriba abajo, conforme el barco subía por una vertiente de la ola, llegaba a su cresta, bajaba por la otra y rápidamente volvía a coger la siguiente ola en un bucle sin fin. Y así durante varias horas.

Lo mejor vendría al final, al llegar a Melilla. El temporal era tan fuerte que incluso el abrigo del propio puerto era insuficiente para calmar aquella fiera y el balanceo del barco hacía imposible poner la pasarela por donde normalmente entran y salen los viajeros a pie por uno de los laterales del barco, así que por megafonía nos indicaron que debíamos bajar a la bodega del barco para salir por la puerta por donde embarcan los coches y el resto de mercancias. ¡La virgen! el movimiento del barco hacia arriba y hacia abajo era de por lo menos 1 metro, o metro y medio y una parte de la tripulación estaba en la rampa de entrada a la bodega indicando al grupo de personas que estábamos allí, cuándo podíamos salir. La situación era la siguiente: cuando el balanceo del barco lo hacía bajar, y la rampa daba con el muelle, un grupo de pasajeros, con las maletas en mano (no las íbamos a dejar allí) podíamos bajar rápidamente siguiendo las indicaciones de la tripulación. ¡Alehop!, saltito y estábamos en tierra firme. Cuando el barco volvía a subir, la tripulación cerraba el paso, y esperaban hasta un nuevo movimiento descendente. Y así poco a poco se fue vaciando el barco. Digo yo, porque yo fuí de los primeros en salir. Si se hundía, sería sin mí dentro.

Imagino que los coches tendrían que esperar hasta que el mar se calmara definitivamente, yo que sé (en aquélla época yo no tenía vehículo propio). El caso es que por aquél entonces, hace ya varios años, los familiares podían esperar a los viajeros hasta casi el mismo barco (ahora hay muchisimos puntos de control y es imposible) y recuerdo dar mi saltito para tomar tierra ante la atenta mirada de un montón de melillenses que estaban asistiendo a un espectáculo circense sin pagar entrada ni nada. ¡Menudo morro! Otro consejo: si te toca uno de estos viajes tan moviditos y ya llegando a puerto te entran ganas de mear, aguántate un poquito y no entres en ninguno de los servicios públicos que hay repartidos por el barco. ¿Qué prefieres: descargar tu vejiga o tu estómago? Pues eso, tú mismo.

Para finalizar, yo sinceramente me aventuro a dar un consejo: si vas a ir a conocer Melilla y crees que no vas a ir más veces, no cojas el avión. A pesar de todo lo que he contado, a pesar de todos los pesares... te recomiendo el barco, una y mil veces lo haría. Es imposible en un blog describir los millones de anécdotas que puedes recoger y observar; no hay palabras para describir el ambiente que rodea la partida de cualquiera de estos barcos, tanto si el embarque lo realizas a pie (desde la terminal del puerto) como si llevas vehículo propio y te toca esperar un poco en los parkings de espera (ésto sí que mola, pero de verdad): vivirás un entorno que te ayudará a familiarizarte con lo que te encontrarás ya en Melilla. Para vivir en toda su plenitud un viaje esta ciudad, hay que hacerlo en barco, porque el avión no te ofrece la mismas cosas ni en la misma intensidad. Y esto lo digo en serio.

Y eso si vas. Pero si vienes, te recuerdo que has de pasar una aduana. Y las aduanas si vas en avión o vas en barco sin coche, son como todas las demás. Pero si vas con tu coche... entonces si que la cosa es divertida. ¿Alguna vez la policia te ha parado y ha puesto un perro a olisquear el interior de tu coche y tus maletas? A mi tampoco, pero es lo que normalmente hacen en la aduana de Melilla para venir a la península. A mi aún me acojona. Si yo algún día llevara algo raro en el coche nada más que con mirarme a la cara el policía sabría con precisión hasta la cantidad y peso exacto de la mercancia ilegal: se lo diría con la mirada.

Para terminar, las ventajas de ir en barco se reducen a que es más barato que el avión; pero en cuanto a los inconvenientes... pues son todos; ya me gustaría a mí decir otra cosa, pero es lo que hay y lo que me toca sufrir cada año.

En fin, que todas estas historias, en pleno siglo XXI, cuando los medios de transporte están más desarrollados que nunca, me hacen pensar en las condiciones en las que se desarrollaban las travesías en una época como el siglo XVI, en las que un grupo de soldados, provenientes de Castilla, se adentró en tierras africanas, al mando de Pedro de Estopiñan, y fundaron la ciudad de Melilla en tierras tan lejanas. Pero como la historia debe fluir por sí sola, dejaremos los detalles para la próxima entrega.

Otros capítulos.
Las aventuras africanas de Calamardo (I).El viaje en avión
Las aventuras africanas de Calamardo (II). El viaje a Melilla en barco (1)
Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)Las aventuras africanas de Calamardo (IV). Melilla la vieja
Las aventuras africanas de Calamardo (V). Toca comer y te regalo la receta del auténtico pinchito moruno