lunes, 18 de octubre de 2010

Cómics que me gustan: Museum

Título: Museum
Autor: Fernando de Felipe
Editorial: Glénat, 1994
Encuadernación: 1 vol. en cartoné, 48 p.

Coleccionismo: obsesiones enfermizas y manías
Es una realidad el hecho de que ser coleccionista, de lo que sea, conlleva, sin ningún género de dudas, la asunción de una serie de manías. Da igual si coleccionas abanicos, dedales o, como es mi caso, cómics. Como ya he comentado en entradas anteriores (I, II), fue en 1993 cuando inicié la que se podría considerar como mi colección oficial de cómics actual, mas allá de los clásicos tebeos de Mortadelo y Filemón que, más o menos, siempre tuve. El que me toca comentar hoy fue comprado en el lejano año de 1994, es decir, en la temprana época en la que mi colección cabía perfectamente en una o dos baldas de cualquier estantería de tamaño normal. La adquisición se produjo en Granada, e imagino que fue en cualquier día del último cuatrimestre de ese año. A pesar de haber pasado ya 16 años aún recuerdo perfectamente el momento de su compra.

Hay una razón por la cual digo que lo compré en esa fecha, y aquí es donde entra en juego una de mis manías con respecto a mi colección de tebeos. En un momento dado de la historia, cuando mi colección de Mortadelos empezó a crecer, decidí que de alguna forma había que personalizar cada uno de los ejemplares indicando a quién pertenecía. Por aquella época yo dejaba los cómics a mis amigos y de vez en cuando tocaba sufrir para que te los devolvieran, por lo que durante muchísimos años cumplí la máxima: "cómic que entra en casa después de comprado, cómic que ya no sale". Y esa regla ha estado vigente hasta hace bien poco, cuatro o cinco años, cuando en un acto de valentía extrema, volví a dejar un cómic a un amigo del curro que ya no está con nosotros. Bueno, dicho así parece otra cosa, simplemente es que se cambió de trabajo y de ciudad (y estoy seguro, completamente seguro, de que ha pasado a mejor vida, en el mejor sentido de la expresión, porque cuando uno vuelve a su tierra... debe ser la repanocha).

A ver, a lo que voy, que me ando demasiado por las ramas. El caso es que esa marca de propiedad que iba dejando en cada cómic tiene su nombre "científico", llamado Ex-Libris. Normalmente la gente lo que hace es hacerse uno mediante sellos de caucho o similar, más o menos personalizado, y sobre todo con dibujos de corte clásico, escudos y esas cosas. Yo lo que hago es simplemente una pequeña anotación manuscrita realizada en la primera hoja en blanco, abajo a la derecha, que tenga el cómic, o bien en alguna esquina inferior derecha si no existe dicha página. El objetivo es que en ningún caso afecte al área que contiene los dibujos. Dicha anotación se compone de mi primer apellido escrito de forma más o menos estilizada (y que no ha cambiado de forma con el paso de los años) a la cual se le han ido añadiendo más elementos informativos relativos al momento de la compra del ejemplar en cuestión.

Al principio, pues, el Ex-Libris sólo consistía en mi firma. De esta época son casi todos mis Mortadelos y son de la fecha "pre-data", que no es otra cosa que aquéllos cómics en los que firmaba sólo con mi apellido. Con el tiempo, a mi firma se le fue añadiendo, con dos dígitos, el año en curso de la compra. Calculo que esto sucedió allá por el año 1992 o 1993, aproximadamente. De esta forma, quedaba reflejado además el año en que fue adquirido, y así fue durante varios años, más concretamente en 1997 cuando decidí que era hora de añadir otros dos datos más: la ciudad en la que realicé la compra y la fecha exacta (dia, mes, año). La cosa vino así porque de repente mi vida empezó a complicarse de mala manera y fui viajando por varios lugares intentando buscar el sitio que a uno le correspondía en la vida: Granada, Fuengirola, Málaga, Almería, Melilla, Madrid... me dí cuenta de que de las localidades que visitaba siempre me traía como recuerdo un cómic (o los que podía), con lo que con el Ex-Libris quedaba conveniente marcado para el recuerdo. Ahora me hace gracia pensar en aquél Calvin y Hobbes que compré en un viaje a Madrid y yo pensando: "¡guau! ya tengo un cómic comprado en Madrid, a saber si algún día tengo algún otro más de aquí".

Yo calculo que ahora tendré aproximadamente otros 1.200 más comprados en la capital de España, aparte de ése.

Siguiendo con mis manías en relación al Ex-Libris, ahora mismo no sólo indico mi firma estilizada, la fecha con dos digitos justo después, la ciudad y la fecha exacta de compra, sino que, además, en ocasiones, añado otros datos que con el tiempo, pasarán a la posteridad (maniático que es uno):

- Si es un regalo (de Reyes, cumpleaños, aniversario.... lo que sea), se pone una nota indicándolo.

- Si es el primero que compro en ese año en curso, se deja convenientemente anotado. Si es el último no, nunca se sabe.

Además he tenido la gran suerte de que algunos amigos míos, conocedores de mi pasión por los tebeos, me han traído alguno cuando han realizado algún viaje al extranjero. Así, tengo cómics de varias ciudades de Estados Unidos (uno de ellos, de Batman, es de San Diego, comprado apenas uno o dos días después del atentado a las Torres Gemelas), Chile, Marruecos, Irlanda, creo que no me dejo alguno, además de uno que compré yo mismo en Lisboa. Todos ellos los guardo con cariño pues son recuerdos que me trajeron cuando estaban de viaje, lo cual quiere decir que se acordaron de mí. ¡Muchas gracias a todos!. Además, como por motivos de trabajo me tocó viajar por España durante un buen período de tiempo, también tengo cómics de Vitoria, Oviedo, Segovia, Valencia, Alicante, Barcelona, Zaragoza, Pamplona, Salamanca, Santiago de Compostela, Girona, Lleida, Garrucha, Fondo de Bikini ... ¡yo que sé qué mas sitios!, porque además, si hago algún viaje de carácter personal, también mantengo la costumbre (ya convertida en regla) de comprar un cómic para el recuerdo si se da el caso, claro.

Así que el Ex-Libris se fue convirtiendo en algo más que una marca y en realidad es ahora una fuente de información que además, conlleva una oleada de recuerdos y de tiempos pasados (¿mejores? no creo, simplemente diferentes). Porque he de decir que, a pesar de que mi colección total estará en torno a los 4.000 ejemplares, creo recordar el momento de compra de casi cualquiera de ellos, que se dice pronto. Como mi colección actual se encuentra separada entre la de Fondo de Bikini y la situada en Madrid, cuando vuelvo a casa de la Sra. Tentáculos y abro un cómic, al ver mi firma con la fecha y el lugar de la compra, un monton de sensaciones e imágenes vuelven en una especie de flash mental que le ponen a uno tontorrón. Y eso es lo que ha pasado con este cómic y con alguno más que he tenido la oportunidad de releer durante mis vacaciones y que, imagino, comentaré en otra entrada.

Así pues, el cómic que toca comentar hoy, como dije al principio, lo compré en algún momento del último cuatrimestre de 1994, no puedo saber con más exactitud la fecha pues el dato del dia, mes y año lo incorporé a mi Ex-Libris en 1997, como he comentado. Pero para eso hay otros datos en el propio cómic (y aquí es donde entra en juego una pequeña investigación para recordar exactamente el momento de su compra, y que es lo que me gusta de toda esta historia). En realidad hay sitios (bueno, cada vez hay menos) donde aún indican a lápiz, en la primera hoja arriba, a la derecha, la fecha en la que el cómic (libro, revista, o similar) entra en el establecimiento. En este caso la información indica 6-9-94. Así que probablemente lo compré en un viaje previo a los inicios del año académico en curso, que aún tenía algo de pasta en el bolsillo ya que acaba de terminar mi período de trabajo estival en el distribuidor de Coca-Cola, y otras bebidas alcohólicas, de Fondo de Bikini. Algún día contaré mis anécdotas de la Coca-Cola, suelen tener mucho éxito (y hace mucho tiempo que no las cuento, y al final se me van a olvidar).

Lo que no recuerdo es que hacía yo por esa época en Granada... imagino que iría a formalizar algún papeleo o historia similar de la universidad. No creo que fuera a hacer un examen porque he de decir que no tuve problemas a la hora de aprobar las asignaturas de cada curso, porque otra cosa no, pero en este caso me saqué mi carrerita sin problemas (aunque tampoco era nada del otro mundo, todo sea dicho). Es decir, que si juntamos algunos datos dispersos obtenemos un montón de información sobre cómo era la vida de uno en un momento determinado, en este caso del lejano mes de septiembre de 1994, en el que yo hice un viaje a Granada (seguramente con algún pretexto para ver a la churri, que sería lo más normal) ¿a que es genial? Por esta razón, y alguna que otra más, siempre digo que nunca venderé mi colección (espero no verme nunca en una situación que me obligue a ello), porque cada ejemplar que la compone me dice algo de mi propia vida. Tela...

Tengo otras manías relacionadas con mi colección y que sigo de forma absoluta y que en un momento dado también me cuentan algo. Por ejemplo una de ellas es dejar dentro del propio ejemplar lo que en ese momento he usado como marcapáginas (¡si! ¡voy a seguir haciéndolo así aunque no te guste! :-) ) y como el marcapáginas que uso ahora son unas tarjetas de visita de hace unos años que ya no uso, la pequeña Calamarda cuando sea mayor, cuando crezca y sepa leer, sabrá que su papi fue redactor jefe de una revista relacionada con su profesión y que más o menos le conocían por algo en algún sitio, aparte de ser el señor que se queda con ella por las tardes, mientras dice que trabaja con el ordenador. También tengo la costumbre de dejar las etiquetas con el precio, sean del tamaño que sean (mis preferidas son las de la FNAC, porque son las que más información llevan), para que dentro de unos años, cuando ya no esté yo aquí en el mundo y la pequeña Calamarda, y si viene alguno más pues lo que sea, decide que mis cómics lo único que hacen es ocupar sitio y quiere desprenderse de mi colección, sepa cuánto me costó el cómic que tendrá en la mano, y decida, si así lo desea, venderlo. ¿Cuanto valdrán los cómics dentro de, yo que sé, 30 o 40 años? ¿se seguirá pagando en euros? de hecho ya tengo etiquetas en euros y en pesetas.¿Se seguirán publicando cómics dentro de tanto tiempo?... estoy seguro que no, o por lo menos, no en la forma en la que los conocemos hoy día.

¿Por qué me gusta?
Pues la verdad es que de todas estas manías, obsesiones y costumbres relacionadas con el coleccionismo llevado hasta su máximo exponente y que termina en lo enfermizo habla el cómic Museum. De hecho, yo creo que incluso se podría considerar como un muestrario de las propias inquietudes del autor, ya que De Felipe siempre tuvo un gusto especial por meter el dedo humedecido en alcohol en la herida y hurgar para ver qué podía encontrar. De hecho yo casi entendería Museum como una hipotética segunda parte de otro álbum anterior titulado Marketing y utopía, al cual supera ampliamente en el planteamiento y desarrollo de los conceptos que expone, también relacionados con los sótanos del alma humana y la sociedad que se ha construido a su alrededor.

El álbum fue publicado por la Editorial Glénat justo en la época posterior al derrumbre definitivo del imperio romano de Toutain, donde el cómic era realmente algo minoritario (mucho más de lo que es ahora) y donde aún quedaban vivos los restos de dicho imperio. De hecho, su autor, Fernando de Felipe, fue un producto genuino de Toutain. Además, la obra tiena una estructura típica de aquélla época pues se desarrolla en 6 pequeñas historias de 8 páginas cada una, autonconclusivas aunque con un pequeño hilo conductor que desemboca en la última de las historias. Como ya he comentado en alguna otra ocasión esta forma de publicar era la clásica del boom del cómic en España ya que antes de su recopilación en álbum se publicaba de forma seriada en alguna revista especializada de las que existían antes. De hecho, ésta fue la forma en la que se publicó inicialmente Museum. Aún recuerdo perfectamente cuando, varios años después de adquirir el álbum, en un kiosco de Granada cerca de la estación de tren, encontré, de saldo y retapadas, los 6 números de la revista llamada Comix internacional (editada por Zinco durante 1992 y que recogió los restos aún humeantes de Toutain), que fue donde inicialmente apareció seriada en forma de entregas. Evidentemente me las compré ipso facto y aún las tengo, claro, aunque permanecen en Fondo de Bikini.

Museum, para mí es la obra donde De Felipe expone en todo su esplendor su negrísimo sentido del humor, con un punto de vista de situaciones normales que superan lo patológico. Lleva al límite las obsesiones personales de sus personajes logrando sus más altas cotas de surrealismo macabro. Se podría decir que cada viñeta es una auténtica muestra de su valía como dibujante, escenográfo, director de fotografía y colorista y cada página es un máster que deberían de seguir muchos de los que actualmente se autodefinen como dibujantes de cómics para ver si así aprenden algo de composición de página y narración, entre otras cosas. ¿Y qué decir de la aplicación del color que hace? impresionante. Usando una gama de colores de tonos pasteles con un alto contraste, logra crear ambientes opresivos, cerrados y siniestros que tan bien había desarrollado y experimentado en otras obras anteriores suyas. A mí este cómic me recuerda mucho, en algunos aspectos, a esa obra maestra del cine que es Delicatessen, de Jeunet y Caro, autores con quien yo creo que De Felipe comparte ese mismo universo oscuro y lúgubre, con atmósferas enrarecidas en un ambiente de cierta cotidianeidad (de hecho yo creo que el protagonista del cómic vive en el mismo edificio de la peli...) que lo que provoca es que el contraste con las situaciones límite donde sitúa a sus personajes, se acreciente aún más .

En realidad De Felipe es un autor que tiene un estilo propio diferenciado, original y exquisito (de lo que queda poco hoy en día vaya) y con mucho, mucho, talento y una imaginación totalmente desbordante. Desgraciadamente es un genio del cómic perdido para la causa. ¿Sólo yo lo echo de menos dentro del triste panorama del cómic patrio? ... La verdad es que este tipo de cómic compuesto de varias historias autoconclusivas de pocas páginas se ajustaba como un guante al estilo directo y fuerte de De Felipe. Suelen ser historias duras basadas en alguna pequeña anécdota o idea oscura relacionada con el coleccionismo contada de forma precisa, sin alargarla artificialmente y que en realidad suelen ser como un golpe en toda la cara, ya que siempre el climax máximo suele encontrarse al final de la historia, despues de haber desarrollado dicha idea de forma creciente durante el relato. Es una pena que el autor abandonara el mundo del cómic y dejara inconclusa la que debía ser su obra principal: Black Dekker, pero qué le vamos a hacer, espero que algún día Fernando de Felipe vuelva a hacer cómics.

Por último comentar que el álbum es hoy día inencontrable en tiendas, hace años que está totalmente agotado, y sólo es posible localizarlo en el mercado de segunda mano. Yo desde luego, jamás me desharé de él.

Y ahora, os dejo, que he de ir a quitarle el polvo y limpar uno por uno cada ejemplar de mi colección, como hago cadia día. La pequeña Calamarda parece que tiene hambre, pero seguro que puede esperar unas cuantas horas a que termine mis obligaciones con mis cómics, además, aún no se ha comido las acelgas, que le puse antes de ayer y que no tienen tan mal aspecto como ella me quiere dar a entender. Cosas de niños...

2 comentarios:

Fraga Comics dijo...

Qué buen post! Grax por compartir de forma tan amena tus manías por los cómics, la buena reseña sobre Museum y las ricas acelgas para Calamarda.

Anónimo dijo...

Por supuesto soy yo quien te da las gracias a ti por pasarte por aqui a leer mis historias y dejar un comentario!

gracias!

Soycalamardo